Un buen día, a principios de esta década, un correo electrónico apareció
inesperadamente en nuestra bandeja de entrada con un pedido algo
extraño. Alguien se había agregado a una lista de amigos y nos invitaba a
formar parte de ella. Un breve cuestionario y listo, ya estábamos
inmersos —en ese momento ni lo sospechábamos— en la gran revolución del
nuevo siglo: las redes sociales.
Para algunos es el invento perfecto: un instrumento de márketing personal que nos permite hacer amigos en cualquier rincón del mundo, buscar pareja, compartir fotos, enviar y ver videos, hacer negocios, realizar campañas publicitarias, formar grupos de interés, participar en campañas sociales, intercambiar mensajes y un largo etcétera. Para otros, es la exacerbación del exhibicionismo humano. Una vitrina para exhibir la intimidad ante cientos, miles de amigos, aunque, paradójicamente, estemos solos detrás de una pantalla.
Inicio
El despegue se produjo el 2003. Ese año apareció MySpace, un sitio que los adolescentes adoptaron de inmediato, un lugar que les permitía personalizar páginas, colgar fotos, descargar música, una maravilla tecnológica que fue atrayendo como una marea entusiasta a otros grupos demográficos. Después llegó Hi5 y vino el “boom” en América Latina: México y Sudamérica se colgaron del sitio para buscar amigos, pactar citas amorosas, mostrar decenas de fotos y agregar aplicaciones para música y videos.
Hi5 era el rey hasta que llegó Facebook. La página fue creada en el 2004 por un estudiante de la Universidad de Harvard, Mark Zuckerberg, como una red cerrada entre universitarios estadounidenses. Pero en Internet todo se populariza y Facebook no fue la excepción: en el 2006 salió de los campus virtuales y se expandió por el mundo.
Ese año llegó a los 64 millones de usuarios, en el 2008 llegó a los 90 millones y ahora, extendida ya a todos los usuarios de Internet, integra a casi 350 millones de personas alrededor del globo, y puede ser vista en 22 idiomas diferentes. Se dice que si Facebook fuera un país, sería más grande que Brasil y que Rusia. Y sus usuarios aumentan cada día por eso es difícil establecer cifras definitivas.
Mi perfil
¿Qué hace de Facebook algo tan atractivo o, como dirían algunos, adictivo? Las redes sociales, nacidas bajo el signo de la Web 2.0, permiten a la gente interactuar (neologismo de moda en estos tiempos); es decir, cada usuario o cadena de amigos se puede apropiar del sitio de acuerdo a sus intereses, gustos y necesidades particulares. Crea su propio perfil. Muchos cambian su información personal a cada momento, bajo la sugestiva e invasiva pregunta de “¿qué estas pensando?”
Esto es posible porque estas redes funcionan a partir de códigos abiertos (open source), es decir cualquier programador puede conocerlos y desarrollar nuevas aplicaciones para enriquecer el sitio. De hecho existen en Facebook unas veinte mil aplicaciones creadas por los usuarios.
Las más empleadas son el SuperWall, el FunWall y el Top Friends, cada uno con más de dos millones de usuarios diarios.
Un mundo feliz
Pero más allá de los encantos y acechos de la tecnología, las redes sociales aportan mucho más al ciudadano del nuevo siglo, formado en la era digital, en esa sociedad cada vez más individual y fragmentada que como contraparte tiene la ilusión de estar felizmente comunicada o reunida en una red de alcance planetario, donde virtualmente todos somos iguales.
“¿Por qué preferimos manejar nuestras relaciones sociales mediante mensajes textuales, correos electrónicos y juegos de Internet, en lugar de salir y encontrarnos con el mundo real?”, se pregunta Michael Laitman, filósofo y máster en cibernética del Instituto ARI, en Israel. Y acto seguido dice: “¿Será que Facebook responde a una verdadera necesidad social o es simplemente otra forma fácil de escapar de la realidad a un mundo ficticio, donde uno pueda tener decenas o incluso centenares de amigos, un mundo más bello, de entretenimiento, donde las fotografías que presento son retocadas y sin defectos, un mundo donde no hay (por el momento) conflictos sociales?
Según Laitman, al ser humano le fascina alimentar su ego, por eso nos complace mostrarle al mundo cuán bellos, capaces e inteligentes somos, aunque para ello debamos retocar las fotografías, poner algunas donde nos vemos más jóvenes, hacer más interesantes nuestros datos personales o maquillar nuestro perfil. En la búsqueda de la popularidad todo vale, hasta la impostura.
Si algo alientan las redes sociales es el triunfo de la apariencia y de la simulación, algo que no desentona con la cultura del espectáculo que se impone en estos tiempos. Un espacio en Facebook o en MySpace o en Twitter no nos muestra a los demás como somos, sino nos permite algo más placentero y seductor: nos otorga el poder de decirles a todos cómo queremos ser.
Fuente:elcomercio.pe
Para algunos es el invento perfecto: un instrumento de márketing personal que nos permite hacer amigos en cualquier rincón del mundo, buscar pareja, compartir fotos, enviar y ver videos, hacer negocios, realizar campañas publicitarias, formar grupos de interés, participar en campañas sociales, intercambiar mensajes y un largo etcétera. Para otros, es la exacerbación del exhibicionismo humano. Una vitrina para exhibir la intimidad ante cientos, miles de amigos, aunque, paradójicamente, estemos solos detrás de una pantalla.
Inicio
El despegue se produjo el 2003. Ese año apareció MySpace, un sitio que los adolescentes adoptaron de inmediato, un lugar que les permitía personalizar páginas, colgar fotos, descargar música, una maravilla tecnológica que fue atrayendo como una marea entusiasta a otros grupos demográficos. Después llegó Hi5 y vino el “boom” en América Latina: México y Sudamérica se colgaron del sitio para buscar amigos, pactar citas amorosas, mostrar decenas de fotos y agregar aplicaciones para música y videos.
Hi5 era el rey hasta que llegó Facebook. La página fue creada en el 2004 por un estudiante de la Universidad de Harvard, Mark Zuckerberg, como una red cerrada entre universitarios estadounidenses. Pero en Internet todo se populariza y Facebook no fue la excepción: en el 2006 salió de los campus virtuales y se expandió por el mundo.
Ese año llegó a los 64 millones de usuarios, en el 2008 llegó a los 90 millones y ahora, extendida ya a todos los usuarios de Internet, integra a casi 350 millones de personas alrededor del globo, y puede ser vista en 22 idiomas diferentes. Se dice que si Facebook fuera un país, sería más grande que Brasil y que Rusia. Y sus usuarios aumentan cada día por eso es difícil establecer cifras definitivas.
Mi perfil
¿Qué hace de Facebook algo tan atractivo o, como dirían algunos, adictivo? Las redes sociales, nacidas bajo el signo de la Web 2.0, permiten a la gente interactuar (neologismo de moda en estos tiempos); es decir, cada usuario o cadena de amigos se puede apropiar del sitio de acuerdo a sus intereses, gustos y necesidades particulares. Crea su propio perfil. Muchos cambian su información personal a cada momento, bajo la sugestiva e invasiva pregunta de “¿qué estas pensando?”
Esto es posible porque estas redes funcionan a partir de códigos abiertos (open source), es decir cualquier programador puede conocerlos y desarrollar nuevas aplicaciones para enriquecer el sitio. De hecho existen en Facebook unas veinte mil aplicaciones creadas por los usuarios.
Las más empleadas son el SuperWall, el FunWall y el Top Friends, cada uno con más de dos millones de usuarios diarios.
Un mundo feliz
Pero más allá de los encantos y acechos de la tecnología, las redes sociales aportan mucho más al ciudadano del nuevo siglo, formado en la era digital, en esa sociedad cada vez más individual y fragmentada que como contraparte tiene la ilusión de estar felizmente comunicada o reunida en una red de alcance planetario, donde virtualmente todos somos iguales.
“¿Por qué preferimos manejar nuestras relaciones sociales mediante mensajes textuales, correos electrónicos y juegos de Internet, en lugar de salir y encontrarnos con el mundo real?”, se pregunta Michael Laitman, filósofo y máster en cibernética del Instituto ARI, en Israel. Y acto seguido dice: “¿Será que Facebook responde a una verdadera necesidad social o es simplemente otra forma fácil de escapar de la realidad a un mundo ficticio, donde uno pueda tener decenas o incluso centenares de amigos, un mundo más bello, de entretenimiento, donde las fotografías que presento son retocadas y sin defectos, un mundo donde no hay (por el momento) conflictos sociales?
Según Laitman, al ser humano le fascina alimentar su ego, por eso nos complace mostrarle al mundo cuán bellos, capaces e inteligentes somos, aunque para ello debamos retocar las fotografías, poner algunas donde nos vemos más jóvenes, hacer más interesantes nuestros datos personales o maquillar nuestro perfil. En la búsqueda de la popularidad todo vale, hasta la impostura.
Si algo alientan las redes sociales es el triunfo de la apariencia y de la simulación, algo que no desentona con la cultura del espectáculo que se impone en estos tiempos. Un espacio en Facebook o en MySpace o en Twitter no nos muestra a los demás como somos, sino nos permite algo más placentero y seductor: nos otorga el poder de decirles a todos cómo queremos ser.
Fuente:elcomercio.pe
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