El presidente de Estados Unidos afirma al recoger el premio Nobel
en Oslo que "un movimiento no violento no hubiera podido frenar al
Ejército de Hitler"
Barack Obama entró ayer en un distinguido y exclusivo Olimpo con la pronunciación de un discurso que buscaba hacer congruente la paradoja de ser un presidente en guerra que lucha por la paz. El mandatario de Estados Unidos, más Obama que nunca -si esto puede seguir siendo posible, y parece que lo es-, defendió en Oslo la idea de la "guerra justa" y para ello se remontó a la noche de los tiempos. "La guerra, en una forma u otra, apareció con el primer hombre", dijo Obama, que se definió "humilde y agradecido" por el galardón que se le entregaba.
Sabía Obama que las palabras que pronunciase ayer durante la
concesión del Premio Nobel de la Paz no podían obviar la incongruencia
de que se premiaban los intentos pacifistas de un hombre que, como
comandante en jefe del Ejército más poderoso del mundo, acababa de
ordenar -apenas hace 10 días- el envío de 30.000 soldados más a la
guerra de Afganistán. Eso sí, recordó a los presentes que Noruega
también tiene soldados en suelo afgano. Y haciendo de la necesidad
virtud, el presidente comenzó por decir que "habrá momentos en los que
nuestras naciones -actuando por separado o en concierto- encontrarán el
uso de la fuerza no sólo necesario, sino moralmente justificado".
Pero
no hay gloria en la guerra. "No importa cuán justificada esté, la
guerra siempre es una promesa de tragedia humana", apuntó. "Estamos en
guerra y soy responsable del despliegue de miles de jóvenes americanos
para luchar en una tierra lejana", proclamó solemne Obama. "Algunos
matarán. Otros morirán", dijo. "Porque no nos confundamos: el mal existe
en el mundo", alertó el mandatario ante quienes defienden un pacifismo
negligente renunciando al deber de todo gobernante de defender a su país
y a sus compatriotas.
No nos engañemos, vino a decir el
presidente. "Un movimiento no violento no hubiera podido frenar al
Ejército de Hitler. Ninguna negociación puede convencer a los líderes de
Al Qaeda para que entreguen sus armas", declaró Obama. Asegurando que
afrontaba "el mundo tal y como es", el presidente dijo que afirmar que
"la fuerza a veces es necesaria no es una llamada al cinismo, sino
admitir la historia y las imperfecciones del hombre y los límites de la
razón".
Bajo la fanfarria de las trompetas, entre pompa y
ceremonia, atravesando una alfombra roja y arropado por los aplausos de
los más de 1.000 asistentes al acto -encabezados por los reyes de
Noruega-, el 44º presidente de Estados Unidos ultimó su emotivo y
brillante discurso durante las más de siete horas de viaje a bordo del Air
Force One que le trajo desde Washington a la capital de la fría y
nevada Noruega.
Los 36 minutos durante los que se pronunciaron
4.000 palabras en Oslo pueden quedar para la historia como el legado
político de Obama. En el doble del tiempo que empleó durante su discurso
de toma de posesión, el pasado enero, quedó recogida la visión del
mundo de un hombre que bebe de muchas fuentes -citó a Ronald Reagan,
Martin Luther King, Lech Walesa y al papa Juan Pablo II- y cuyo mensaje
intelectual es complejo, como la lectura de su discurso prueba.
Pero
hasta en las guerras -o precisamente en ellas- se hacen necesarias unas
normas de conducta. Y conllevan sacrificios. Obama abogó por esas
reglas y declaró: "[Esas pautas] nos hacen diferentes de aquellos a
quienes combatimos". "Por esta razón he prohibido la tortura. Por esta
razón he ordenado el cierre de Guantánamo". A continuación, Obama
pronunció la primera frase -sólo hubo otra y tenía más que ver con la
poesía que con los contenidos- que provocó el cerrado aplauso del
público: "Estamos perdidos cuando no respetamos los ideales por los que
decimos que luchamos". "Nos incumbe a todos insistir en que naciones
como Irán y Corea del Norte no jueguen con el sistema", advirtió Obama,
"aquellos que buscan la paz no pueden permanecer sin hacer nada mientras
los países se arman para una guerra nuclear".
En cuanto a los
sacrificios, el mandatario estadounidense quiso recordar que EE UU ha
ayudado a construir la paz mundial y la seguridad global durante más de
seis décadas, según dijo: "Con la sangre de nuestros ciudadanos y la
fuerza de nuestras armas". "América nunca ha luchado contra una
democracia", argumentó Obama.
El sueño de un mundo libre de armas
nucleares está en el ideario del presidente demócrata. Como lo está
también que no todas las guerras son iguales. Obama hizo una denuncia
expresa de las guerras desencadenadas en nombre de la religión. "Ninguna
guerra santa puede jamás ser una guerra justa", proclamó Obama ante los
presentes, que ya al final de su discurso estaban francamente
entregados al encanto de la oratoria del premiado, a pesar de la
polémica que esta distinción ha levantado.
"Soy consciente de la
considerable controversia que vuestra generosa decisión ha generado",
dijo el presidente de EE UU, el cuarto que recibe el Nobel de la Paz.
"Comparado con algunos de los gigantes de la historia que han recibido
este premio -King o Mandela- mis logros son mínimos", admitió con
humildad Obama.
Sólo 26 horas en Noruega
Cuando el Air Force One despegue esta mañana rumbo a
Washington, el presidente de EE UU habrá estado en Oslo 26 horas y habrá
dejado fuera de su agenda los actos conmemorativos del segundo día que
lleva implícita la concesión del Nobel de la Paz -un concierto y un
encuentro con niños-. La Casa Blanca ha querido mantener un perfil bajo a
la hora de exponer al presidente, quien enfrenta serios
problemas domésticos. Quizá por eso antes de llegar a Oslo, Obama se
entregó a fondo en casa con varios discursos sobre el empleo y visitas a
zonas del país golpeadas por la crisis. Que la oposición juega duro en
el Capitolio y en las tertulias políticas y no perdona nada.
Pero
los manejos de imagen de Washington no han caído bien entre los
noruegos, a tenor de los titulares de la prensa local. Que Obama
rechazase almorzar ayer con el rey Harald o cancelase la obligada visita
al Museo de la Paz ha ofendido a la mitad de la población -la que mayor
renta per cápita tiene del mundo-, según encuestas
publicadas ayer. También ha molestado a los defensores de la paz sin
guerras, que ponían en duda el eslogan de campaña de Obama y situaban
entre interrogaciones la palabra "cambio". Todo bajo la atenta mirada de
más de 2.500 policías y los helicópteros rugiendo sobre la tomada
capital.
La otra mitad estaba encantada de recibirle y lo probó
concentrándose en una noche gélida -aunque fue de noche prácticamente
todo el día, a las once de la mañana se hacía necesario el flash
en las cámaras- ante el balcón del Grand Hotel de Oslo, desde donde el
mandatario saludó y presidió una concentración de personas portando
antorchas.
Obama ya había perdido para entonces la rectitud y el
gesto de niño bueno que sabe que es el preferido de la clase que lució
durante toda la concesión del premio en el austero -y feísta- Auditorio
del Ayuntamiento de Oslo. Sonreía, encantado de haberse conocido, junto a
su esposa Michelle -orgullosa de haberle conocido-, que a esas alturas
del día se había cambiado ya tres veces de vestido.
Para la
crónica frívola quede esta frase pronunciada por una señora de una
embajada extranjera. "Sin duda, Mette Marit [esposa del príncipe Haakon y
muy cotizada por la prensa rosa por su pasado] está mucho mejor
vestida que Michelle".
De la Casa Blanca al premio Nobel
- Jimmy Carter (2002). Por su esfuerzo para resolver conflictos
internacionales. En su discurso citó al Nobel de la Paz Ralph Bunch:
"Sugerir que la guerra puede prevenir la guerra es un juego de palabras
abyecto. El mundo tiene pruebas de que la guerra sólo engendra más
guerra".
- Woodrow Wilson (1919). Por impulsar la Sociedad de
Naciones, antecesora de la ONU. "La humanidad no se ha librado aún del
inefable horror de la guerra. Estoy seguro de que nuestra generación, a
pesar de las heridas, ha hecho un progreso notable".
- Theodore
Roosevelt (1906). Por sus buenos oficios para conseguir la paz entre
Rusia y Japón en 1905. "La paz es por lo general buena en sí misma, pero
nunca es el bien superior si no va de la mano de la justicia moral y es
una mera máscara de la cobardía y la pereza".
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