Por Caren Bohan, Paul Eckert y Simon Rabinovitch
WASHINGTON/PEKIN (Reuters) - Aunque el presidente estadounidense,
Barack Obama, jamás ha puesto un pie en China, el gigante asiático tiene
una gran influencia sobre la región del Pacífico donde creció.
Obama, que visitará Shanghái y Pekín por primera vez a partir del
domingo, pasó gran parte de su infancia en Hawái, a cinco husos horarios
de Washington; y a partir de 1967, cuando tenía seis años, vivió en
Yakarta por cuatro años.
En ese momento, China estaba sumida en la sangrienta Revolución
Cultural del presidente Mao Zedong.
En el extranjero, la nación estaba sólo interesada en promover el
comunismo radical de Mao, algo que Estados Unidos veía detrás de los
movimientos comunistas y crisis políticas en Vietnam, Indonesia y otras
partes del sudeste asiático.
En 1979, el último año de Obama en la escuela Punahou en Honolulu,
China y Estados Unidos normalizaron sus relaciones diplomáticas,
iniciando un período de tres décadas para forjar lazos inexorablemente
más estrechos, profundos y complicados.
"Piensa en lo que China era en 1979: un país autocrático, aislado,
que miraba hacia adentro y estaba preocupado por sus propias cosas",
dijo un alto funcionario de Estados Unidos.
"Incluso hace 10 años (...) todavía existía una suerte de sensación
de que 'No somos parte de estas normas globales, no vamos a participar
de ellas'. Ahora están sentados en la mesa", indicó.
Por si hubiera dudas de que China tendría un lugar en la mesa de
ahora en adelante, Obama las despejó al enviar a la secretaria de Estado
Hillary Clinton en su primer viaje oficial al extranjero; no a
Pakistán, Afganistán o a cualquier otro punto álgido en materia de
política exterior.
"El hecho que la primera gran visita fuera a China, y a Asia también,
simboliza el lugar de la actividad económica internacional, y en el
algún grado el lugar de la actividad internacional", dijo el economista y
escritor Zachary Karabell, cuyo nuevo libro "Superfusion" propone que
las economías estadounidense y china en efecto se han fusionado.
Pekín, antes vista como tímida en asuntos internacionales, está
preparándose para un papel más prominente.
Sin embargo, no está claro que eso se traduzca en una mayor
cooperación con Washington respecto a temas como el cambio climático y
las disputas nucleares con Irán y Corea del Norte. Y ni hablar de las
diferencias en materia de derechos humanos.
El secretario Estado Adjunto de Estados Unidos James Steinberg
resaltó la tensión en las relaciones en un discurso en septiembre.
"Dadas las crecientes capacidades e influencia de China, tenemos una
necesidad especialmente imperiosa de trabajar con China para enfrentar
desafíos globales", aseveró.
Pero agregó que había un acuerdo tácito en el que Estados Unidos
espera que China asegure al mundo que su creciente rol "no se
desarrollará a expensas de la seguridad y el bienestar de otros". Eso,
por supuesto, incluye a Estados Unidos.
"El gran desafío será mantener una economía estadounidense
competitiva y un alto grado de estabilidad y ecuanimidad en la relación
entre Estados Unidos y China", dijo Clyde Prestowitz, jefe del centro de
expertos Economic Strategy Institute.
En efecto, aunque Estados Unidos y China se acercaron
diplomáticamente, sus lazos económicos y comerciales llegaron al punto
de la dependencia mutua. No sólo China depende del mercado exportador
estadounidense para alimentar su expansión económica, sino que Estados
Unidos necesita las vastas reservas chinas para financiar su creciente
déficit presupuestario.
"Es claramente insostenible. Esta relación ayudó a desequilibrios
económicos globales", dijo Ben Simpfendorfer, economista del Royal Bank
de Escocia en Hong Kong. "Si queremos librarnos de estos desequilibrios,
necesitamos revertir esta relación, hacer que China compre cosas en
Estados Unidos y que Estados Unidos invierta en China", agregó.
ESTRATEGIA DE "ACCIONISTAS"
Cuando se trata de los grandes temas de política internacional del
día, El Gobierno de Obama y el de su predecesor George W. Bush tienden a
vivir en mundos opuestos. La excpeción inusual es China.
El enfoque de Obama se basa en aspectos de la posición del Gobierno
de Bush para respecto a China, que alentó a Pekín a ser un "accionista"
responsable en la comunidad global.
Pero todo indica que el Gobierno de Obama planea llevar la relación
bilateral al próximo nivel, convirtiéndola en una sociedad, y eso está
enfureciendo a algunos aliados tradicionales de Estados Unidos, quienes a
menudo no están de acuerdo con Pekín y ahora les preocupa quedar
marginados.
Una de las señales más claras del deseo de Obama de dar a China y
otras grandes economías de rápido crecimiento una mayor influencia
global fue la decisión -adoptada en la cumbre del G20 en Pittsburgh en
septiembre- de convertir al grupo en el principal foro de discusión de
asuntos económicos globales.
El cambio reduce el rol del G7 y G8, grupos dominados por ricos
países occidentales que hace mucho gozan de un estatus elitista en la
toma de decisiones en materia de economía. Y eso ha dado lugar cierta
ansiedad en Europa de que el G20 lleve a un núcleo compuesto por Estados
Unidos y China, un G2.
En Pittsburgh, funcionarios europeos expresaron frustración ante la
voluntad de Estados Unidos por hacer lo imposible para darle voz y voto a
China. Durante una sesión sobre el poder de voto del Fondo Monetario
Internacional, un funcionario europeo se enfadó tanto con la postura de
China que dejó la sala.
En un almuerzo, algunos europeos se mostraron menos asombrados por la
negativa de China de incluir el cambio climático en el comunicado que
por la voluntad de Estados Unidos de seguirle el juego. Varios delegados
apenas pudieron comer su almuerzo, según un ex funcionario
estadounidense a quien le dijeron cómo se desarrolló el debate.
Pero el Gobierno Obama quiere garantizar a Pekín que Estados Unidos,
sin ir más lejos, da la bienvenida a la nueva firmeza de China en el
escenario mundial, incluso aunque ambos países no siempre estén de
acuerdo.
Se espera que el cambio climático sea un asunto crucial de las
reuniones de Obama con el presidente Hu Jintao en su visita a Pekín. De
cara a las charlas sobre cambio climático de diciembre en Copenhague,
Washington ve el tema como una prueba clave sobre si China asume su
responsabilidad como un verdadero actor global.
"Lo que estamos viendo aquí es que por primera vez en la historia de
los lazos de Estados Unidos y China, los temas verdaderamente globales
están llegando al centro de la relación entre ambos países", dijo
Kenneth Lieberthal, un alto asesor en temas de Asia del ex presidente
Bill Clinton.
(Reporte Adicional de Glenn Somerville en Washington, Chris Buckley
en Pekín y Anna Willard en París, Editado en español por Marion Giraldo)
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