Sus canciones exaltaban las señas de identidad del país
La derrota de la selección peruana de fútbol el pasado sábado ante Argentina dolió por razones deportivas, sí, porque confirmaba el hundimiento del combinado nacional en el último puesto del grupo. Pero también porque impidió al equipo de Chemo del Solar rendir homenaje a Arturo Zambo Cavero (Lima, 1940), el máximo representante de la música criolla de Perú. El hombre, hombretón más bien -pesaba 170 kilos-, que antes de los partidos del Mundial de España de 1982 entraba en el vestuario con su inseparable guitarrista Óscar Avilés para cantar Contigo Perú, un vals criollo al que muchos consideran el segundo himno del país.
Al Zambo Cavero se le paró el corazón el viernes, 9 de octubre, en el hospital Edgardo Rebagliati Martins de Lima, tras una semana en cuidados intensivos. A los 68 años, el cantante fue víctima de una septicemia. La obesidad mórbida que padecía pudo más que sus ganas de vivir y dejaba a Perú sin una de sus señas de identidad. Se fue el Zambo justo en octubre, el mes de la canción criolla, un estilo genuino del mestizaje peruano, originario de la zona costera, que se interpreta con guitarra y cajón.
El autor de Cada domingo a las 12 y Cariño bonito alcanzó su máxima popularidad a finales de los años setenta, siempre acompañado del guitarrista Óscar Avilés y trabajando con las letras que componía Augusto Polo Santos. Así, durante décadas, temas como Y se llama Perú o Ésta es mi tierra han contribuido a la exaltación del país andino. Pero no sólo a su tierra cantaba el Zambo. El amor, el desamor, estaban presentes en muchas de sus obras. Nuestro secreto y Se acabó y punto son dos ejemplos.
Mientras las condolencias se multiplicaban, muchos peruanos lamentaban que al Zambo ya no se le iba a reconocer de forma oficial. Nadie pone en duda que se le quería, pero quedaba muy lejos la condecoración con la que la Organización de Estados Americanos (OEA) le laureó a él y a otros tres artistas peruanos, Luis Abantos Morales, Jesús Vasquez y Augusto Polo Santos. A título póstumo, será condecorado por el presidente Alan García, amigo personal, con quien, es un secreto a voces, solía cantar en reuniones privadas.
La letra de una de sus últimas canciones, Mis cenizas, estuvo muy presente en el velatorio. Aquellos versos que hablaban en hipotético futuro -"Si mi cuerpo inerte no encontrase ya lugar, quiero que mis cenizas vayan todas al mar"- se habían convertido en un triste presente. Su querido amigo Augusto Polo Campos resumía así el sentir de Perú: "Nadie en mil años cantará como mi negro precioso".
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