19 octubre 2009

La revolución llega al libro y a la prensa

De repente, el libro electrónico, o e-book, ha regresado con fuerza. De repente, todo el mundo se pone a hablar de él. Mientras ahí fuera late la polémica entre el entorno digital y la edición de papel, la de toda la vida, los editores se ponen las pilas (y nunca mejor dicho). No sólo los editores de libros. También los de periódicos. Estamos, con toda seguridad, ante una de las más importantes revoluciones que este siglo XXI va a ofrecernos, sobre todo en el terreno tecnológico. Si Internet es vista hoy como la gran protagonista de lo que se llama La tercera revolución, el desarrollo de los periódicos en formato electrónico y la fuerza creciente de las librerías digitales van a completar el tamaño de esa revolución. Y no es cosa baladí. Atrás quedan las opiniones apocalípticas sobre la desaparición del libro o del periódico en papel. Casi nadie cree que eso vaya a ocurrir a corto plazo. Al contrario, la edición de papel se convertirá en un producto especial, ideal, por tanto, para libros especiales, mientras un best-seller al uso, o un clásico que ahora aparecería en ediciones de bolsillo, pasará automáticamente a engrosar los repositorios digitales de las editoriales. Y podrá descargarse como una canción.


Todavía hay muchos cabos por atar. Sobre la persistencia del libro en papel no hay dudas. Con respecto a los periódicos, la cosa cambia un poco. Todavía amamos el tacto del periódico diario: poder llevarlo con nosotros, doblarlo (en cuatro partes, como se hacía con los grandes diarios anglosajones que ya han abandonado, en su mayoría, el formato sábana). Hay que reconocer que tanto el libro como el periódico son dos inventos extraordinarios. Pero el formato en papel, aunque atractivo por tantas cosas, no podrá competir con algunas de las ventajas de la edición electrónica. Muchas de esas ventajas ya pueden comprobarse ahora. Y no van a dejar de mejorar, si tenemos en cuenta la velocidad a la que se desplazan todos los asuntos relacionados con las nuevas tecnologías. Papel y entornos digitales compartirán un jugoso mercado. Y dicen los expertos que el auge del e-book, que ahora mismo parece evidente, va a mejorar los índices de lectura y el nivel cultural en general.

Una cosa está clara: las nuevas generaciones no ven nada especialmente extraño en leer un libro, o un diario, en un ordenador. O en un lector, como el Kindle, que mañana se presenta en España. Hay una decena de artilugios compitiendo por ese mercado, pero algunos gurús piensan que tampoco es tan necesario un lector electrónico. A fin de cuentas, casi todo el mundo cuenta con un ordenador o un netbook para descargarse textos desde la red: ¿por qué utilizar un aparato distinto? ¿Llegará el momento en el que todos confluyan? Los modernos terminales de teléfono móvil podrían ser esos aparatos que servirían casi para todo. Pero no faltan voces que dicen que estamos demasiado acostumbrados al formato habitual del libro de papel. Por tanto, si queremos que el libro electrónico triunfe, será importante que la lectura en el nuevo entorno se parezca lo más posible al entorno tradicional. Es decir, al libro de toda la vida. El Kindle, el Reader de Sony, o cualquiera de los lectores que están ya en el mercado, consideran la psicología y las costumbres de los lectores. Y por eso no son iguales a los ordenadores. Ni tienen las mismas prestaciones. Uno de los aspectos más cuidados reside en la confortabilidad de la lectura. Estos aparatos no emiten luz, no cansan la vista, sino que simulan la luz natural. No emiten luz, por decirlo así, sino que la reflejan. Además, permiten una lectura adaptada a las condiciones del lector, algo que un libro en papel no puede hacer. Si alguien quiere cambiar el tipo de letra, incluso la fuente, podrá hacerlo. Probablemente, los sistemas de estos aparatos no reproducen imágenes con la misma calidad que un ordenador de última generación, pero, a cambio, son ideales para la visualización del negro sobre blanco. Por tanto, ideales para leer, que es su auténtico objetivo.

El desarrollo de estos aparatos específicos para funcionar como lectores de libros electrónicos está empezando a disparar la propia digitalización de los textos. Sobre esto, hay ahora mismo una gran efervescencia en el mercado. Europa ha puesto en marcha su propia biblioteca digital, que incluirá millones de volúmenes. Algunos proyectos de e-books, especialmente sobre obras libres de derechos de reproducción, llevan años desarrollándose, como el Proyecto Gutemberg. La Biblioteca Digital Europea pretende llegar a los seis millones de libros antes de 2011, y, en parte, es una respuesta al polémico servicio que ofrece Google, también enfrascado en una mercado editorial electrónico creciente. Servicio polémico desde el punto de vista comercial, pero no desde el punto de vista del lector, o del investigador, que, sin duda, ha encontrado grandes ventajas en las digitalizaciones de Google, por más que muchas obras no se reproduzcan en su totalidad. Google ha desarrollado su biblioteca llegando a numerosos acuerdos puntuales. Pero esta misma semana acaba de anunciar que, a partir de mediados del año próximo, también va a vender ejemplares electrónicos. El auge del libro digital, como decimos, está disparando las iniciativas en este sentido: quizás se está activando más de los que los propios gurús de la digitalización masiva habían aventurado en un principio.

Lo que Google va a ofrecer, con su proyecto Editions, es una librería electrónica que servirá para descargar libros en cualquier aparato susceptible de conectarse a Internet, no sólo directamentne, sino a través de proveedores como la propia Amazon.com. Como lleva tiempo estableciendo convenios y contratos con editores, y posee los derechos de un gran número de obras, Editions se perfila como una oferta interesante que, por supuesto, proporcionará beneficios a Google, pero también a los editores y a los autores. Muchos creen que estamos a punto de vivir una revitalización de la edición precisamente gracias a la compra de libros en formato digital. Aunque cualquier aparato servirá, en teoría, para leer los libros, lo cierto es que la empresa de investigación tecnológica Forrester cree que se venderán tres millones de lectores electrónicos sólo en Estados Unidos durante este año. El negocio parece marchar viento en popa, pero muchos advierten que, si no se toman medidas o se analiza escrupulosamente el modelo, la descarga de libros digitales puede acabar sometida a las mismas amenazas del pirateo que ha tenido y tiene la descarga de música. Sin embargo, en este caso, se confía en que los precios bajen tan rápidamente que esa amenaza no llegue a tener lugar. Leer por un precio inferior a un libro de papel y con la posibilidad de elegir entre cientos o miles de títulos, en cuestión de segundos, puede ser un argumento suficiente para obviar la copia ilegal. Y, además, a las iniciativas privadas de algunas editoriales, que digitalizan sus fondos para venderlos, se unen los distribuidores masivos, que permitirán el acceso prácticamente a cualquier título. Queda, sin duda, un amplio mercado emergente aún por desarrollar, pero que no deja de animarse cada día que pasa.

Al lado de la revolución que parece vivir la edición del libro, también está la de los periódicos. Aunque este tema merecería un artículo aparte, por su complejidad, señalemos simplemente los movimientos que existen en el sector, como los del magnate Murdoch, o, incluso, los de Google News. Cobrar por contenidos de noticias en formato digital vuelve a estar sobre la mesa, sobre todo porque ofrecería un plus de actualización que no tiene un periódico de papel. Mientras el debate crece, la propia profesión periodística parece reconfigurarse. Muchos ven un peligro en el desarrollo creciente de los blogs, sobre todo porque la comprobación de las noticias, su fiabilidad, no parece tan fácil en el entorno virtual libre como en las grandes marcas periodísticas. Pero hay quien piensa justo lo contrario.

A pesar de eso, The Guardian ha lanzado esta semana una curiosa iniciativa. Pretende crear una red de blogueros-periodísticos que cubran las noticias fundamentalmente locales. No se pide nada en especial, salvo el entusiasmo. Ni siquiera tienen que ser periodistas. Y se les pide rapidez y versatilidad, justo lo que el blog puede ofrecer, como gran actualizador de noticias. Nadie se atreve a afirmar que la actividad del periodismo está en plena revolución, ante un cambio drástrico. Desde luego, lo parece.

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