¿Rebajas fiscales para la clase media o para los ricos? En esos términos
presentó ayer Barack Obama el debate con vistas a las elecciones
legislativas al presentar en Cleveland la segunda parte de su nuevo plan
de estímulo económico: una reducción de impuestos para las familias y
para las empresas que inviertan en investigación y promocionen la
creación de empleo.
Unida a la propuesta de gastar 50.000 millones de dólares (39.300
millones de euros) en el desarrollo y modernización de las
infraestructuras, que Obama hizo pública el lunes, estas medidas, de
cierto tono proteccionista, tienen el doble objetivo de acelerar la
creación de empleo y de recuperar la iniciativa política con vistas a la
campaña electoral que ya está de hecho en marcha.
Las reducciones
de impuestos a las empresas para estimular la inversión en nuevas
tecnologías que las haga más competitivas en los mercados
internacionales puede ayudar a más de un millón y medio de compañías y
costar por encima de los 100.000 millones de dólares, aunque la Casa
Blanca lo considera una medida que facilitará de forma inmediata la
creación de puestos de trabajo de alta cualificación.
"Durante
años", dijo Obama en un discurso que pretendía resumir su pensamiento
económico, "nuestra política fiscal ha destinado miles de millones de
dólares a estimular a las empresas a crear empleos y obtener beneficios
en otros países. Quiero cambiar eso. Propongo una más generosa y
permanente extensión de créditos fiscales a las empresas que desarrollen
e innoven aquí, en Estados Unidos". Aunque es un plan que en el pasado
han defendido los republicanos, es poco probable que en el actual clima
de enfrentamiento político la oposición le dé respaldo para su
aprobación en el Congreso.
Más polémica aún resulta la segunda
parte de la política fiscal presentada por Obama. El presidente está
dispuesto a eliminar los recortes fiscales con carácter universal
decididos durante la presidencia de George W. Bush, que vencen el
próximo 1 de enero, y prorrogarlos únicamente para las parejas con menos
de 250.000 dólares de ingresos anuales o para los individuos por debajo
de los 200.000 dólares. El país no puede permitirse, a juicio de la
Casa Blanca, una extensión de beneficios fiscales para los
multimillonarios que ha costado al Tesoro 700.000 millones de dólares,
casi tanto como la guerra de Irak o el programa de estímulo aprobado a
los pocos días de la presidencia de Obama.
La oposición criticó
ayer la eliminación de las ventajas fiscales de Bush y presentó, por
medio de su portavoz en la Cámara de Representantes, John Boehner, un
plan alternativo: la congelación de todos los impuestos durante dos años
y la reducción del gasto público hasta los niveles prerrecesión de
2008.
Ya están pues establecidos los límites del debate político
ante las elecciones de noviembre: el Gobierno propone más inversión
pública y más impuestos a los ricos para dinamizar la economía, mientras
que la oposición conservadora apuesta por el recorte del gasto y la
congelación de impuestos como el mejor mecanismo para que la economía,
por sí sola, recupere la vitalidad perdida. Para Obama eso constituye un
retorno precisamente a la política económica que provocó la situación
actual. Para la oposición, el gasto público es el responsable de la
acumulación de deuda y de la debilidad de la economía, y es, por tanto,
el culpable último del elevado desempleo.
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