05 septiembre 2010

El productor del café peruano premiado en el mundo estará en Mistura

Sabor y aroma. En tres hectáreas en la ceja de selva de Puno, Wilson Sucaticona cultiva uno de los más reputados cafés del planeta. Este miércoles llega a Lima para participar en la feria Mistura
Domingo 05 de septiembre de 2010 - 11:49 am 26 comentarios

(Fotos: Milagros Salazar Herrera/ Cecovasa)
Por Milagros Salazar Herrera
Periodista y Consultora

“¿Dónde está Wilson Sucaticona?”, pregunto interrumpiendo el ir y venir de los costales de café sobre las espaldas de los agricultores. “Ahorita llega, el Wilson viene tarde, ya no debe demorar”, responde un campesino del Bajo Tunquimayo, donde vive nuestro personaje. Empieza a caer la noche en Putina Punco, distrito en plena ceja de selva de Puno. Son las 5:30 de la tarde y es sábado de feria. Los hombres y mujeres del campo llegan presurosos a comprar víveres, se ofertan papas, tomates, zanahorias. Hay carpas y mesitas con ollas de guisos y sopas. Un murmullo de mercado se apodera de la avenida principal donde se ha levantado la feria. A dos cuadras, los caficultores cargan costales con el mejor grano de su cosecha para depositarlos en el centro de acopio de cafés especiales de la Central de Cooperativas Agrarias y Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa).

EL GANADOR
 
Al caer la noche aparece Wilson Sucaticona Larico, el productor del mejor café orgánico del año 2010, según la prestigiosa Asociación Americana de Cafés Especiales (SCAA, por sus siglas en inglés). Tiene 35 años y ha vivido desde los 10 entre cafetos; su devoción por el arbusto es inmensa: le dedica 18 horas al día y aprovecha al máximo la luz diurna para trabajar su chacra, aunque sea un sábado de feria. “Todos los días trabajo, no alcanza el tiempo”, dice.

Es delgado, de un metro setenta y luce más joven en persona que en el spot del Banco Continental que promociona cafeteras para sus clientes. Para entregar su café orgánico ha caminado entre montañas por dos horas y media, identificando los obstáculos en plena oscuridad, sus ojos están ya acostumbrados. No le falta razón cuando exige una carretera que conecte el centro de Putina Punco con la zona productora del Bajo Tunquimayo. El sacrificio de los cafetaleros para trasladar su producción es tremendo. La municipalidad asegura que iniciará la obra, pero sigue la espera. El sábado de feria, Wilson pasó la noche en Putina Punco, pero a las tres de la madrugada emprendió el regreso a pie, a su parcela de apenas tres hectáreas, en el valle de Tambopata para iniciar las faenas antes del amanecer.

EN LA CHACRA
 
Ni bien se levanta, Wilson lava una parte del café cosechado el día anterior, recién al salir el sol selecciona el fruto que recolectará. “Tiene que estar rojito. Y hay que sacarlo con cuidado para no malograr la planta”, explica mientras recorre su chacra y enumera las variedades que produce: caturra roja, borbón, típica y caturra amarilla.

Sus cafetos se ubican a 1.628 metros sobre el nivel del mar y la cosecha se da entre mayo y octubre. Incluso puede prolongarse hasta noviembre por la humedad de la zona. La temporada 2010 comenzó con la buena noticia de abril: la SCAA de Estados Unidos consideró su Tunki el café del año, junto al de otros ocho países en el mundo. Fue, además, el único premiado por el público con el People Choice Award. Wilson se midió con grandes productores de Colombia, El Salvador, Kenia, Panamá y otros países. No todos eran orgánicos como el peruano, lo que se exigía era calidad A1 en diez atributos. Y el de Sucaticona resultó exótico por su fragancia a flor de cítricos, su sabor a chocolate, su posgusto brillante, un cuerpo medio (ni espeso ni ligero), su uniformidad y balance, a juzgar por el paladar de Tibed Yucra, el catador de Cecovasa que seleccionó los granos para la competencia.

EL PALADAR
 
Yucra es enfermero de profesión y catador por naturaleza, es uno de los gestores del triunfo peruano. Viajó en ómnibus de Putina Punco a Juliaca, con el costal de café seleccionado sobre las piernas para asegurarse de que llegara en buenas condiciones a Lima, y de ahí a la SCAA. No dejó que la preciada muestra fuera en la bodega del vehículo para evitar su contaminación con otros olores o que alguien se la arrebatara.

LA ESPOSA
 
Como en toda historia, aquí hay una mujer sin la cual el café campeón no hubiese llegado al concurso. Ella es Luz Larico Pomare, la esposa de Sucaticona. Para concursar había que enviar diez kilos de café en marzo, es decir, un mes antes del inicio de la cosecha. Si no fuera por Luz –que había guardado varios kilos de la temporada anterior, y por el hecho inesperado de que brotaran granos en diciembre y enero– no hubieran tenido la cantidad necesaria para concursar. Luz le sigue el ritmo a Wilson. Se levanta a las 4 de la mañana, prepara el desayuno, ayuda a desyerbar los cultivos, a lavar y seleccionar el café. “Con el premio ahora más ganas de participar tenemos”, asegura. Este miércoles 8 los Sucaticona en pleno –incluida su hija Lourdes– arribarán a Lima para participar en la feria gastronómica Mistura. 

TODO TIENE SU TIEMPO
 
El más popular cafetalero peruano de estos días nació en Mililaya, comunidad altoandina de Puno, y llegó a la ceja de selva de la mano de su padre, como tantos migrantes colonos. El café le ha enseñado a perseverar y ser paciente. “Todo tiene su tiempo, hay que saber cuándo cosechar, seleccionar con paciencia, lavar muy bien los granos y calcular bien el tiempo de secado. Cuando le falta madurar, el café es amargo en la taza y cuando está sobremaduro tiene olor a tierra, ya no es selecto”, comenta en su parcela. De pronto cae en cuenta que son las 3 de la tarde de un domingo y que no ha terminado el lavado de los granos. Mientras sus vecinos juegan fútbol, él trabaja. Otros han dejado de lado el café por la rentable hoja de coca (que da cuatro cosechas al año y por la que se paga hasta tres veces más por cada quintal: 46 kilos), pero él no renuncia ni renunciará a los cafetos. A puro pulso, empuje y sueños, Wilson ha logrado un producto orgánico de tal calidad que su quintal llega a cotizarse hasta en mil dólares. Tal ha sido el pago de la empresa escocesa Matthew Algie. El gerente de comercialización de Cecovasa, Miguel Paz, asegura que si en el Perú se pudiera realizar el cotizado certamen Taza de la Excelencia, el precio del café peruano mejoraría en el mercado mundial para beneficio de los productores.

LA CAFETERÍA PROPIA
 
“¿Verdad que el presidente ha regalado un departamento a una deportista [Kina Malpartida] que ganó por el Perú? ¿Mi premio no es igual?”, pregunta Wilson, quien sueña con abrir una cadena de cafeterías. Primero en Putina Punco, luego en Puno y en Lima. Ya son las 5:30 de la tarde, vuelve a anochecer y el difícil camino de su chacra a Putina Punco se hace más llevadero con este hombre de entrañable sencillez. “Uy, este camino te hace ver todos tus tiempos, te pregunta cuándo naciste, cuándo morirás”, ironiza. Antes de terminar de descender, Wilson se sienta sobre una piedra para ver el pueblo desde lo alto. Adora sentirse en las alturas.

DE SUEÑOS Y PREMONICIONES
 
“Estaba en las alturas, en una pampa. Estaba volando, del otro lado venían cinco y yo los pasé por encima”, cuenta Wilson sobre un sueño que tuvo justamente antes de que su café ganara. Por esos días, Luz también soñaba con las alturas y que saltaba de una loma a otra. “Soñaba con bebes recién nacidos, eso da suerte. Cuando sueñas con picos y machetes es fuerza, con mandarina es que tendrás cólera, con toro es plata”, explica. Y ella sueña mucho con un toro gordo y negro. Ya antes tuvieron estos sueños premonitorios. En el 2007, cuando el café de Wilson ganó el primer premio en un concurso de la Junta Nacional del Café, Luz soñó que estaba frente a cuatro actas y que firmaba uno de los documentos. Está segura de que era el premio. Lamentablemente la alegría se vio opacada poco tiempo después por la muerte de su segundo hijo, de apenas dos meses. “Ahora ese angelito nos cuida”, dice Luz. En el 2009 volvieron los sueños y los premios: Wilson volvió a ganar la competencia nacional.

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