Los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y de Colombia, Alvaro
Uribe, dieron claras muestras de reconciliación en la cumbre de la
Unasur en Quito, un acercamiento que alivia a Bogotá, en plena crisis
con Venezuela.
El mandatario colombiano asistió el martes a una cumbre de la Unión
de Naciones Suramericanas (Unasur) convocada por Correa -presidente
temporal del grupo- para definir la ayuda regional a Haití tras el sismo
del 12 de enero.
Uribe no pisaba suelo ecuatoriano desde noviembre de 2007, debido a
la ruptura de relaciones decidida por Correa luego del bombardeo
colombiano contra una base de las FARC en territorio fronterizo de
Ecuador, que mató al número dos de esa guerrilla, Raúl Reyes, y otras 24
personas el 1 de marzo de 2008.
Los vínculos fueron restablecidos el pasado 13 de noviembre a nivel
de encargados de negocios.
En medio de la crisis, Uribe, un abogado conservador, llegó a acusar a
Correa de "complicidad" con las FARC, lo que el presidente ecuatoriano
consideró una maniobra para sacarlo del poder.
Lejos de esa controversia, ambos mandatarios se dispensaron el martes
cordialidad y expresaron su deseo de normalizar totalmente las
relaciones.
Incluso mantuvieron un diálogo informal de diez minutos durante un
almuerzo y no se descarta una reunión bilateral en la próxima cumbre del
Grupo de Río, a desarrollarse en Cancún (México) del 21 al 23 de
febrero, dijo el miércoles a la AFP una fuente de la cancillería
ecuatoriana.
"Aprendiendo del pasado pero viendo hacia el futuro, es claro que lo
que más conviene a los dos pueblos es tratar de normalizar lo más
rápidamente posible las relaciones", afirmó Correa, un economista de
izquierda.
"Es lo que deseamos. Estamos siempre en ese proceso de avanzar en el
diálogo", apuntó a su vez Uribe tras la cita, a la que no asistió su par
venezolano, Hugo Chávez.
Este acercamiento responde a "intereses" de ambos países en áreas
como el comercio y la electricidad, pero en la relación entre gobiernos
"el conflicto está latente, aunque con una intención deliberada de
mantenerlo con bajo perfil", opina Paúl Bonilla, catedrático de la
Universidad Central.
Además "está pendiente la cuestión de las bases y la sensación que
dejaron de ser una amenaza para la región", estima por su parte Hernán
Reyes, de la Universidad Andina.
Reyes aludía al reciente acuerdo militar que permite a Estados Unidos
operar desde siete bases colombianas, y que es rechazado enérgicamente
por los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela, cuyo presidente
congeló los vínculos con Bogotá el pasado julio y llamó a "prepararse
para la guerra".
En ese contexto, la aproximación entre Correa y Uribe supone un
descanso para el gobierno colombiano, que de ese modo puede enfocarse a
bajar la tensión con Caracas.
"Para Colombia la necesidad de concentrarse en su guerra interna y
atender la expectativa de un conflicto con Venezuela es mucho más
importante que recordar los agravios de Correa", considera Bonilla.
"Es un alivio para Colombia", dice Reyes, quien desestima que este
hecho pueda incomodar a Chávez, que en su momento intentó un
acercamiento entre Uribe y su aliado ecuatoriano.
Por el contrario, Bonilla cree que para Caracas "no debe ser
agradable esta situación, pues Chávez pensaría que un conflicto vivo y
con un perfil alto entre Colombia y Ecuador significa un debilitamiento
de la posición de Bogotá".
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