25 octubre 2009

Los beneficios de una jubilación anticipada

Todo indica que, en esta ocasión, el proyecto que aprueba la ley de jubilación anticipada no será observado por el Ejecutivo, lo cual es una buena noticia para un amplio grupo de ciudadanos de escasos recursos o desempleados que quisieran gozar de manera adelantada de un derecho que sin duda merecen. En principio, como ha adelantado ayer el ministro de Economía y Finanzas, Luis Carranza, el Gobierno ve con buenos ojos que el Congreso haya autorizado devolver a los aportantes solo el 50% de los fondos, porque de esta manera sí tendrán acceso a la seguridad social. El otro 50% lo recibirán cuando alcancen la fecha de jubilación.

Además, según el ministro, esta fórmula no afectará al Estado —que más bien emitirá un bono de reconocimiento que garantizará la prestación de salud— ni tampoco a las administradoras de fondos de pensiones (AFP). Y es que se estima que 120 mil a 200 mil ciudadanos se acogerían a ese beneficio, lo cual implica un retiro de fondos manejable pero no masivo.

Se trata de atender a aportantes varones de 55 años o más y mujeres de 50 años o más, cuyas pensiones calculadas en el Sistema Privado de Pensiones sean igual o mayor al valor de una remuneración mínima vital (S/.550). También a aquellas personas cuya pensión no alcance a una remuneración mínima, a las que las AFP deberán devolver el íntegro de los fondos.

Satisface, pues, que el Ejecutivo y el Legislativo concreten un proyecto mejor al anterior y sobre todo acorde a la realidad. Finalmente, lo que se requería era una medida para enfrentar la crisis que afecta a ciudadanos cuya edad los limita para acceder a un nuevo puesto de trabajo, pero que de manera injusta y absurda deben esperar hasta 10 años, por lo menos, para poder usar un fondo que sin duda les pertenece. Corresponde ahora que el Ejecutivo apruebe la ley para que se aplique cuanto antes, aunque ello no debe implicar desestabilizar el sistema privado que, en contraposición al público, ha resultado más eficiente y equitativo.

Con ello no estamos negando que las AFP necesiten ajustes. Como hemos comentado en esta columna, sigue pendiente la modificación de las altas comisiones que actualmente cobran por gestionar los fondos de sus afiliados, o la restauración del concepto de rentabilidad mínima. La Asociación de AFP debe mostrar más disposición para esta reforma, plantear salidas más viables, para no llegar a disyuntivas radicales.

Lo que no puede hacerse es boicotear el sistema previsional, impulsando proyectos de escasa solvencia técnica, bajo la excusa de beneficiar a los aportantes, cuando en el fondo subyacen fines netamente politiqueros o populistas. Por ejemplo, seguir bajando la edad de jubilación, lo que podría mermar el fondo pensionario. En todo caso, frente a los desbalances económicos que suelen engrosar los índices de desempleo y subempleo, resultan atendibles las propuestas de quienes proponen implantar un seguro para atender a las personas que pierden sus trabajos. Un seguro de desempleo, que como sucede en otros países, garantice que quien pierda su empleo cuente con ingresos de respaldo, por lo menos en los seis meses que, según las estimaciones más optimistas, demora en reubicarse en una nueva plaza.

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