La OTAN decidió ayer acelerar sus planes para una
«afganización» de la guerra, y se propone transferir cuanto antes la
responsabilidad a las autoridades de Afganistán. Se desvanece así el
anterior consenso de una larga permanencia militar en el país. Las
dudas del presidente de EE.UU., Barack Obama, y las ganas crecientes de
abandonar aquella sangrienta misión de países como Alemania, Dinamarca
o Italia han creado un vacío estratégico que ayer rellenó -en la
reunión informal de ministros de Defensa de la alianza en Brastislava-
el general Stanley McCrystal, jefe de las fuerzas aliadas en Afganistán.
El general Stanley McChrystal expuso su famoso plan ayer
ante los ministros de Defensa de la OTAN y de los demás países no
aliados que contribuyen con tropas a la misión en Afganistán. En líneas
generales, consiste en un aumento inmediato de las tropas para contener
el deterioro de la situación y, al mismo tiempo, una inversión decidida
en la formación de las fuerzas de seguridad afganas para que puedan
hacerse cargo de su propio país lo antes posible.
McChrystal contempla varias opciones. Pide entre 10.000
y 80.000 soldados extras, aunque considera con 40.000 podría llevar a
cabo sus planes. En cuanto a los afganos, establece que deben contar
con un total de 400.000 hombres, entre militares y policías, para ser
capaces de mantener a raya a los talibanes.
Irnos y quedarnos
El secretario general de la OTAN, el danés Anders Fogh
Rasmussen, dijo que los ministros estaban de acuerdo en «la necesidad
de invertir en el proceso de transición», un concepto inquietante para
quienes veían ecos de la «vietnamización» con la que Henry Kissinger
intentó sacar «con honor» a EE.UU. de la humillación de Vietnam. El
propio Rasmussen tuvo que clarificar que, «aunque no podemos quedarnos
en Afganistán para siempre, no estamos retirándonos porque no se dan
las condiciones todavía». El secretario de Defensa de EE.UU., Robert
Gates, se vio obligado a aclarar que su país «no tiene intención de
abandonar Afganistán», aunque también dio su apoyo al informe
McChrystal.
Contrariamente a lo habitual en este club militar, quien
tiene la última palabra -Obama- no se ha decidido aún. El resto de
socios parece tener muy claro el panorama. Gates reconoció que su
objetivo no era el tradicional de convencer a los reticentes: «Lo que
el presidente espera de mí es que le cuente qué es lo que piensan los
aliados». Holanda y Alemania han empezado a poner plazos para su
retirada. Dinamarca se han alineado con las reservas de Obama. Y
naciones que eran reticentes, como España, están ahora deseando saber
cómo pueden aumentar su participación. La ministra Carme Chacón anunció
que enviará una tercera misión de entrenamiento militar.
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