Quien haya parado alguna vez en Barranca seguramente habrá escuchado
hablar de su mítico tacu tacu.
Quien ha vivido alguna vez en Barranca
habrá frecuentado regularmente su famoso restaurante al borde del
malecón. Sin embargo, son solo aquellos que han nacido y crecido en
Barranca los que podrán saber cuáles son las más nobles virtudes del
gran Tato, el inventor del tacu tato.
Hablar de su plato emblemático sería redundar en algo que hoy casi
todo el mundo sabe. Que va relleno de picante de mariscos y una
suculenta tortilla de lenguado. Que es el más grande del mundo. Que está
rociado con una generosa porción de aceite de oliva. Esto es algo que
miles pudieron descubrir en Mistura, en donde Tato se ha ganado la
presencia eterna.
Pero hablar del hombre bueno, de toda una vida dedicada al duro
trabajo de ser capitán de barco, de toda otra vida dedicada a participar
de toda actividad que contribuya al progreso de su Barranca querida, de
años y años de saber combinar sabiamente el humor con la nostalgia, el
salir adelante mientras se ayuda a los demás, el vivir pícaramente con
la responsabilidad de sacar adelante a los suyos… Eso solo lo saben los
que conocen a Tato en toda su inmensa dimensión.
En estos tiempos de euforia gastronómica es muy fácil catalogar a un
cocinero simplemente por sus virtudes a la hora de cocinar, por algún
plato afortunado, por su presencia mediática. Sin embargo, son muy pocas
las veces que nos animamos a explorar un poco más allá.
¿Qué hay detrás del personaje? ¿Habrá un hombre bueno? ¿Será avaro?
¿Cómo cocinará cuando está triste? Y puedo asegurarles que cuando nos
animamos a ingresar a estos nuevos territorios, la experiencia gustativa
se enriquece aun mucho más.
Digo esto porque, en el caso de Tato, es cierto que su tacu tacu es ya patrimonio de Barranca y es adorado por quien pase por la Panamericana Norte, pero si nos animamos descubriremos al ferviente defensor del Club de Leones, al padre y abuelo entrañable, al hombre lleno de sueños para su tierra, a las mil historias de peligros en tormentas marinas, al de la mano generosa que ayuda a quien lo solicite.
En ese momento, ese tacu tacu adquiere dimensiones sublimes. Es ahí
cuando se convierte en el tacu tacu más inolvidable del mundo. Porque en
nuestra memoria no solo quedará el sabor del plato, sino además el
recuerdo de que fue hecho por un león. Tato, el león de Barranca.
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