Gracias al uso de aguas residuales, el Gobierno egipcio a logrado la forestación de 34 bosques, mientras que otros 10 se encuentran en construcción
Foto referencial: Neil & Kathy Carey / Flickr
El Cairo (EFE). La mano del hombre intenta desafiar a la naturaleza con una iniciativa del gobierno egipcio para regar las zonas desérticas con agua de desecho y convertirlas en bosques , cuya superficie equivale ya al territorio de Panamá.
La diferencia después de la intervención humana es dramática: en el que antes era un paisaje desértico
, inhóspito y abrasador ahora hay manchas verdes cubiertas de árboles
de alto valor económico como álamos, papiros y eucaliptos.
Y esto gracias al agua que utilizan, contaminan y desechan los 80
millones de egipcios todos los días y que, irónicamente, es la mejor
para estos llamados bosques “hechos a mano”.
EL PODER DEL AGUA
“El agua residual puede convertir lo no fértil, como el desierto, en algo fértil, ya que contiene nitrógeno, micronutrientes y sustancias orgánicas ricas para la tierra”, dijo a Efe el profesor del Instituto de Investigación de Suelo, Agua y Medio Ambiente Nabil Kandil, dedicado al análisis de terrenos desérticos adecuados para la forestación.
Lo mismo opina el profesor del Departamento de Investigación de
Contaminación del Agua Hamdy el Awady, quien incluso subraya la
superioridad de las plantas regadas con agua residual.
“El agua de desecho tiene muchos más nutrientes que el agua normal
-dice El Awady- por eso es una fuente extra de nutrición que puede
lograr que las plantas resistentes a los climas hostiles crezcan más
rápido e, incluso, que tengan hojas más verdes”.
Tanto Kandil como El Awady saben bien el valor de equiparar la
demanda con la oferta en un país que produce 7 millones de metros
cúbicos de agua residual al año y que, al mismo tiempo, tiene el 95 por
ciento de su territorio cubierto de desiertos estériles o con escasa
vegetación.
Hasta ahora, hay 34 bosques a lo largo del país, desde las ciudades
norteñas de Ismailia y Sinai hasta las zonas turísticas del sur como
Luxor y Asuán, con un total de 71.400 kilómetros cuadrados, que
equivalen a la superficie total de Panamá o Irlanda.
Además, de acuerdo con el gobierno egipcio, hay otros diez en
proceso de construcción en un área que suma otros 18.600 kilómetros
cuadrados.
Según Kandil, “el objetivo es forestar un millón de kilómetros
cuadrados”, lo que significa volver verde a todo el país, aunque
advierte de que si lo logran, será “cuando todos lo que lo proponen
ahora hayan muerto”.
INICIATIVA VERDE
Los 71.000 kilómetros de bosque logrados hasta hoy son resultado de los análisis de suelo, clima y agua que han permitido elegir las especies de árboles capaces de sobrevivir en condiciones extremas.
“La buena noticia es que las plantas son selectivas, después de que
se toma la decisión de plantarlas, son ellas las que seleccionan la
cantidad de agua y los nutrientes necesarios para sobrevivir”, explica
El Awady.
La mayoría de las plantas cultivadas hasta ahora son árboles de
madera como álamos, papiros, casuarinas y eucaliptos, que se siembran
para cubrir las necesidades de madera del país, aunque también se han
cultivado con éxito granos para producir biocombustibles como la jatrofa
y la jojoba, o para fabricar aceites como la colza, la soja y el
girasol.
Para Kandil, estos resultados son la prueba de que “el problema no
es la tierra pues en Egipto la hay de sobra, sino el agua y de dónde
sacarla”.
Y obtenerla de las plantas de tratamiento primario – donde se
eliminan los contaminantes sólidos- ha sido lo más barato, especialmente
porque los sistemas de irrigación que transportan y bombean el líquido
son los mismos que han utilizado los campesinos egipcios durante años.
Aunque esta agua exige precaución debido a que contiene
contaminantes y se desconocen los impactos del cambio de ecosistema para
la biodiversidad, el proyecto, implementado por el Ministerio de
Agricultura en cooperación con el de Asuntos Medioambientales de Egipto,
parece ser un negocio completo.
Estos bosques hechos a mano no solo combaten las sequías, la desertificación y la erosión, dice Kandil.
“Sino que, además, aprovechan el agua de desecho, maximizan el
beneficio para los agricultores y satisfacen las necesidades de madera
de Egipto generando beneficios económicos para el país”, añade.
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