El pirata El Olonés fue quizás tan
famoso como el personaje Jack Sparrow de la serie cinematográfica
Piratas de El Caribe, pero se le parecía poco. No era conocido por su
simpatía sino más bien porque le abría el pecho a sus víctimas para
arrancarles el corazón, lo mordía y luego lo escupía.
El Archivo General de Indias en Sevilla ha desempolvado la historia de los verdaderos y temibles piratas con mapas y testimonios originales.
Los filibusteros, considerados los más malvados, eran una suma de todos. Se dedicaban al pillaje en mar o en tierra y se asentaban en la isla Tortuga, la isla de los piratas
Guía de la exposición
"Mare clausum (mar cerrado) Mare liberum (mar libre). La piratería en la América española" es el título de la exposición que reúne más de 170 piezas, entre documentos originales y maquetas, y que da la perspectiva de esa historia desde el punto de vista de España.
"El título hace alusión a las teorías que predominaban en Europa después del Descubrimiento de América. España apoyaba la teoría del mar cerrado, que le daba acceso exclusivo a las nuevas riquezas, mientras que países como Francia y Holanda apoyaban la de mar abierto que también querían un trozo del Nuevo Mundo", agrega.
Los primeros, los franceses
"Los primeros en actuar fueron los franceses. Los ingleses no aparecieron hasta finales del siglo XVI. Holandeses y daneses surgieron a partir del siglo XVII. Fueron tres siglos de constante presión al tráfico marítimo que mantenía España y de recurrentes asaltos a sus embarcaciones", señalan las curadoras de la exposición Falia González y Pilar Lázaro.
Las Indias eran un territorio inmenso que España no pudo poblar en su totalidad. Los piratas estaban conscientes de la debilidad y vulnerabilidad de sus puertos. El Archivo se detiene en la ciudad de Santa Marta, la más antigua de Colombia, que fue destrozada 20 veces en sólo cincuenta años.
Y es que las leyendas de dragones y monstruos que hasta entonces inundaban al océano Atlántico dieron paso a una fauna de personajes agrios y ambiciosos, tatuados o amputados por espadas y cañonazos: piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros se dedicaban a atacar galeones pero había diferencias entre ellos.
De corsarios y filibusteros
Los corsarios eran piratas que asaltaban al servicio de un país, sobre todo ingleses y holandeses. Por ello recibían una Patente de Corso que les autorizaba para actuar contra los enemigos de la Corona. El caso más famoso es el del inglés Francis Drake.
"Esa proeza la consiguió gracias al piloto portugués Nuño da Silva, que conocía la zona y al que había capturado en un ataque", continúa.
Luego, en el propio Caribe, surgirían los Bucaneros. Su nombre viene de Bucán, un tipo de carne ahumada que conseguían con el ganado que robaban en las costas.
"Y finalmente los filibusteros (del inglés fly boat, velero rápido), considerados los más malvados. Eran una suma de todos. Se dedicaban al pillaje en mar o en tierra y se asentaban en la isla Tortuga, la isla de los piratas. En la actualidad son las islas Caimán", agrega el experto.
Allí formaron una cofradía con un código de honor. Uno de los delitos más graves era matar a un miembro de la hermandad. El castigo consistía en atar al asesino con su víctima y una roca y, lanzarlos al mar.
Los piratas españoles
A Soto Aboal se le considera el último pirata del Atlántico. En 1823 trazó una estela de sangre desde que zarpó de Río de Janeiro en un barco portugués. Se amotinó y comenzó a abordar cuanto navío se le atravesaba, entre ellos un barco norteamericano que volvía de Calcuta.
En todos aplicaba la misma táctica: matar a toda la tripulación y hundir el b
arco.
Una estrategia parecida a la del francés El Olonés (Francois l'Olonnais), considerado el filibustero más malvado del Caribe. Tenía fama de aventurero, cruel y de atesorar muchas riquezas en las Antillas.
Además de torturar a sus prisioneros, escogía a alguno para sacarle el corazón y comérselo delante de los demás. Ese ritual cruzó el océano y hasta las selvas más profundas de América, y, en lo que hoy es Nicaragua, una tribu indígena lo reconoció.
"En el Archivo de Indias tenemos el testimonio de uno de los marinos que lo acompañaba. Allí relata que la tribu lo cortó en pedazos, lo asó y luego se lo comió".
CULTURA
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