Mario Vargas Llosa, que acaba de terminar la primera corrección de su
nueva novela, hizo ayer horas extras en Cartagena de Indias. En el
teatro Adolfo Mejía, la misma plaza en la que el día anterior
había triunfado Ian McEwan, el narrador peruano tuvo que torear
dos veces. Las entradas para escucharle el sábado se agotaron al poco de
ponerse a la venta.
Y el Festival Hay organizó ayer un nuevo encuentro con él.
Ochocientos treinta asientos cada jornada (el 20% gratuito para
estudiantes) y localidades a 15.000 pesos (unos 6 euros) fueron las
cifras de un evento que no parecía de letras y en el que no faltaron ni
las largas colas (en una de ellas estaba Lina Moreno, la esposa del
presidente colombiano Álvaro Uribe) ni la reventa (80.000 pesos el
primer día; 50.000 el segundo).
Con las calles llenas de
tenderetes portátiles, Cartagena de Indias tiene algo de ciudad con
ruedas y delante de un carro de atrezzo se sentó Vargas Llosa dos
mañanas para hablar de política y literatura. La primera lo hizo con el
escritor colombiano Héctor Abad, con el que comentó, por ejemplo, la
tentación de muchos presidentes latinoamericanos -de Chávez al propio
Uribe- de modificar la ley para ser reelegidos, uno de los grandes temas
de conversación que se producen estos días en Colombia: "Hay que acabar
con los caudillos y aceptar esa cosa que a veces parece mediocre que es
la democracia. Si se rompen las formas del Estado de derecho, lo que
sufre es su contenido".
Veinticuatro horas después, de la mano del
periodista de EL PAÍS Juan Cruz, la charla se tiñó de literatura.
Durante una hora, el autor de La ciudad y los perros explicó que
su musa es la disciplina y recordó cómo tuvo que irse a París en los
años cincuenta del siglo pasado para descubrir que era latinoamericano:
"Hasta entonces no era más que un peruano que leía autores europeos y
norteamericanos. Allí descubrí a Cortázar, a Carlos Fuentes, a García
Márquez". En Lima no se sabía lo que se hacía en Bogotá: "Cada uno vivía
en su mundito, en islas que tenían la misma lengua, pero islas al fin y
al cabo". La América Latina de hoy, dijo, es mucho menos provinciana y
nacionalista. Y puede que un festival como el Hay, clausurado ayer, no
sea más que la puesta en escena de esa frase.
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