Los expertos achacan el éxito del filme más taquillero de la
historia a su efecto adictivo - La carrera por copar las pantallas 3D
es la nueva batalla de Hollywood
Ya lo han bautizado. Lo llaman Avatar blues y es la sensación que sienten los fans de la película al acabar el filme: una tristeza que les obliga a pasar por taquilla una y otra vez. "Una especie de resaca que te deja hecho polvo", decía un forero; "necesito caminar por la luna de Pandora para volver a sentirme bien", decía otro. En la web www.avatar-forums.com, donde los aficionados de Avatar se rascan la espalda los unos a los otros, se pueden leer todo tipo de reacciones a la experiencia azul que supone la película.
En los más de mil posts de esta entrada en particular, los
aficionados más radicales a la propuesta de James Cameron lamentan no
poder vivir en el universo del filme y alguno llega a confesar impulsos
suicidas por la impotencia que le produce este hecho.
Hasta la
mismísima cadena CNN se ha hecho eco del asunto con todo lujo de
detalles, dándole relevancia a un fenómeno, Avatar, que ha
logrado agotar la tinta de los bolígrafos de los analistas. Éstos son
incapaces de predecir el techo de la película y se asemejan cada vez más
a sus colegas del mundo de las finanzas cuando sobrevino la crisis:
nadie la vio llegar y nadie sabe cuándo se acabará ni cuáles serán sus
consecuencias a corto plazo.
De momento Avatar sigue viento
en popa en 17.000 salas repartidas en 122 países y se espera que en
menos de tres semanas alcance los 2.000 millones de dólares (unos 1.500
millones de euros) y de momento se calcula que los beneficios para 20th
Century Fox, quien puso en manos de Cameron entre 250 y 340 millones de
euros -según las fuentes- superará los 700 millones de euros.
Cuando
se echa mano de la lupa para escrutar las cifras es cuando los expertos
empiezan a removerse en sus sillas: de la recaudación total de la
película en EE UU (según puede leerse en la web dedicada al
análisis de las recaudaciones cinematográficas Boxofficemojo.com) más
del 80% pertenece a su explotación en el sistema tridimensional. En
Europa la cifra llega al 69%, alcanzando un nivel jamás visto en ninguno
de los dos territorios por lo que hace referencia al 3D. Lo único que
confirman estas cifras es que la primera película que ha apostado por
esta tecnología de modo claro y cristalino se ha llevado el gato al agua
de forma escandalosa. Los cines Imax (pantallas de gran formato) que
proyectaban el filme registraban dos semanas antes de que se estrenara
la película ocupaciones totales de hasta nueve semanas. Ningún filme, ni
siquiera Up (que también gozó de estreno masivo en 3D) o El
caballero oscuro lograron semejantes índices de venta anticipada, lo
cual en cierta manera ya anunciaba una vida larga y prospera para Avatar.
"El secreto de Avatar no es que sea la primera
película de James Cameron en 12 años (...) la auténtica clave del éxito
del filme es el formato 3D. Tanto que ahora los jefes de los estudios
rivales se plantean si estrenar sus grandes películas con el mismo
sistema", contaba hace unos días el veterano periodista de Hollywood
Reporter Carl Diorio a la BBC británica.
Diorio metía el dedo
en la llaga al pronosticar que a partir de ahora vamos a asistir a una
auténtica catarata de estrenos en 3D en busca de un pedazo de la mina de
oro que el filme parece haber abierto en el mundo. De momento, las
multinacionales se plantean empezar a rodar en este formato aun sabiendo
que los costes se multiplican y los rumores dicen que tanto la nueva
entrega de Star Trek como la tercera parte de Transformers llegarán
en tres dimensiones.
La pregunta final es obvia: ¿va a cambiar Avatar
el futuro del cine? La respuesta tampoco es unánime. Mientras son
muchos los que piensan que a partir de ahora asistiremos a una auténtica
invasión de filmes concebidos más como experiencias sensoriales (o
impúdicas exhibiciones de fuegos artificiales, ya que tampoco en eso
parece haber acuerdo) que como productos culturales o artísticos, otros
creen que en realidad el impacto de la película de Cameron será mínimo.
"Avatar
es un evento único cuya afectación en su entorno es básicamente
inapreciable", decían hace un par de semanas los expertos de Barclay
Capital (un banco de inversiones) Anthony J. DiClemente y George L.
Hawkey en un informe publicado hace unos días en EE UU. DiClemente y
Hawkey añadían que "nada indica que el subsuelo del negocio del cine
haya cambiado", además de dudar de que otros estudios vayan a invertir
una cantidad semejante a la que se ha necesitado para realizar Avatar.
La última batalla a la que se enfrenta el filme ya tiene
fecha: el próximo 5 de marzo. Ese día debe llegar a las pantallas
estadounidenses Alicia en el país de las maravillas, el último
filme del realizador Tim Burton bajo el sello de Walt Disney. La
película tenía ya comprometidas un buen número de salas Imax y en 3D,
pero la longevidad de Avatar (que nadie esperaba) está
complicando mucho las cosas. Atasco en 3D titulaba el sábado
pasado el periódico The New York Times relatando el sombrío
panorama al que se enfrentan en Disney. Los ejecutivos de la compañía
temen que deberán negociar con las salas ofreciéndoles inmejorables
condiciones económicas para conseguir que proyecten el filme, un hecho
que no tiene precedentes en la industria.
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