Tronaba el cielo de Beirut cuando, poco después de las dos de la
madrugada de ayer (una hora menos en la España peninsular), despegó el
avión de la compañía Ethiopian Airlines. Cinco minutos más tarde el
aparato había desaparecido de los radares. El Boeing 737-800 -con
destino a Adis Abeba y convertido en "una bola de fuego", según varios
testigos- se precipitó al mar. Los 83 pasajeros y siete tripulantes
perecieron, aunque la búsqueda de supervivientes, con pocas esperanzas
de hallar alguno, continuaba por la tarde.
Tanto el presidente libanés, Michel Suleiman, como el ministro de
Defensa, Elias Murr, apuntaron al mal tiempo como causa del siniestro.
"Un sabotaje es improbable", comentó el mandatario. Con la obsesión de
la seguridad aérea en mente, la caja negra despejará cualquier
duda.
"El mar se iluminó", comentaba un testigo para describir la
virulencia de la explosión. Entre el pasaje viajaban 54 libaneses, 22
etíopes y ciudadanos de Reino Unido, Canadá, Rusia, Turquía, Siria, Irak
y Francia. Entre las víctimas, se encontraba la cubana Marla Sánchez
Pietton, esposa del embajador francés en Beirut, Denis Pietton.
Soldados
libaneses recogían a orillas del Mediterráneo, 10 kilómetros al sur de
Beirut, restos del avión que el mar escupía y que serán analizados en el
extranjero para descartar la hipótesis del atentado. Mientras, equipos
de rescate, apoyados por militares de la misión de Naciones Unidas en el
sur de Líbano (FINUL), buscaban en vano supervivientes a dos millas
náuticas (3,5 kilómetros) de la costa. Rescataron una treintena de
cadáveres. Su estado era tal que sólo se les podrá identificar mediante
análisis de ADN o por las joyas que pudieran llevar.
En el
aeropuerto internacional Rafik Hariri, familiares de los fallecidos
expresaron su indignación por el permiso otorgado por las autoridades
para el despegue del Boeing en medio de semejante borrasca. La tormenta
en la costa este del Mediterráneo fue anoche especialmente estruendosa.
"Deberían haber retrasado el vuelo durante una hora o dos para proteger a
los pasajeros. Había fuertes rayos y oímos los truenos en el despegue",
lamentaba un deudo a un canal de televisión libanés. Girma Wake,
director de Ethiopian Airlines, aseguró a Reuters que la tripulación no
habría emprendido el vuelo si las condiciones meteorológicas no hubieran
sido adecuadas.
El Gobierno libanés, no obstante, prefiere
aguardar a que termine la investigación para sacar conclusiones. Es
necesario escuchar la comunicación entre la torre de control y el
piloto. Y, más importante, que la caja negra del avión aparezca.
Murr explicó que no será muy difícil recuperarla dada la escasa
profundidad de las aguas en la zona del accidente. Un equipo de la
compañía etíope también viajará a Beirut para investigar el accidente.
Aviones
de rastreo de la VI Flota estadounidense, un helicóptero francés y dos
aparatos más, uno británico y otro chipriota, se sumaron a las
operaciones de búsqueda. Su labor era casi imposible con la caída de la
noche. No buscarán al diputado libanés Nawwar Sahili, quien canceló su
billete para asistir a una reunión parlamentaria que finalmente también
fue suspendida.
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