El volcán Eyjafjallajokull, en
Islandia, se convirtió en noticia en marzo cuando la nube de ceniza
causada por su erupción obligó a suspender el tráfico aéreo en Europa.
En poco más de dos semanas, ese caos terminó y los vuelos retomaron su
funcionamiento normal. Pero los residentes de la región sur del país,
donde se encuentra el volcán, no tuvieron tanta suerte.
"En un segundo, el agua se llevó diez años de nuestro trabajo. Tardaremos dos años tenerlo todo listo para volver a sembrar", le dijo a la BBC Poula Kristin Buch, propietaria de una granja de 60 hectáreas.
Muchos de los residentes de la zona fueron evacuados durante la erupción. Al regresar, encontraron sus propiedades cubiertas de ceniza y polvo volcánico.
Tras días de trabajo, la mayor parte de esos materiales fueron retirados, pero algunos peligros persisten. Las partículas pequeñas de ceniza –que quedaron entre la hierba- son dañinas para los dientes de las vacas, que todavía no pueden pastar al aire libre.
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De peligro a atracción
En un segundo, las inundaciones se llevaron diez años de nuestro trabajo. Nos llevará dos años tenerlo todo listo para volver a sembrar
Poula Kristin Buch, granjera islandesa
La declaración de una "zona de exclusión" impidió durante semanas que guías turísticos como Arsaell Hauksson pudieran llevar visitantes a la región volcánica. Hauksson, quien presenció la erupción, la describe como algo "totalmente irreal".
Johann Frimannson dirige un hotel en la localidad de Skogar, justo a los pies del Eyjafjallajokull. Para él, la erupción dejó un panorama agridulce.
"Tenemos siete habitaciones. Antes de la erupción, casi siempre estaban ocupadas. En abril y mayo no vino nadie", señaló.
En cambio, agregó, el nivel de ocupación previsto para septiembre y octubre "nunca fue tan bueno". El volcán que hace unos meses espantaba a los turistas se está convirtiendo en un reclamo.
"La gente nos pregunta cómo nos afectó todo esto y quieren ver la lava", indicó Frimannsson.
¿Acabó definitivamente?
Allí, la tierra adquirió los tonos rojos, amarillos y naranjas de las cenizas, todavía se siente el olor a sulfuro y columnas de vapor emergen de entre la lava solidificada.
"Es único, es como si caminaras por la Luna", comentó Andreas Rauch, un profesor universitario que se decidió a visitar la zona con su hija.
Pero los científicos dudan de que la actividad volcánica en el área haya acabado.
"Históricamente, a las erupciones del Eyjafjallajokull les siguieron las de un volcán cercano llamado Katla. Esto no es una norma, sino una posibilidad. Hasta ahora no hubo signos de actividad. Esperemos lo mejor, pero sabemos que Katla entrará en actividad en algún momento y es imposible predecir las dimensiones de esa erupción", indicó el geofísico Ari Trausti Gudmundsson.
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Estas no son las palabras que los granjeros y los hosteleros de la zona desearían escuchar, pero la vida en Islandia siempre estuvo condicionada por esa incertidumbre. Y la belleza natural del país, a merced de las poderosas fuerzas geológicas que hay en su subsuelo.
ISLANDIA
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