Dos cucharadas de atún en conserva, un vaso pequeño de leche, media
galleta y pequeños dados de melocotón en almíbar cada 48 horas. Esa ha
sido la dieta espartana con la que han sobrevivido los 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad en la mina
San José, dosificando los alimentos que tenían en el refugio y
repartiéndolos en forma igualitaria, según han relatado por el teléfono
que se les envío desde la superficie a través de la sonda introducida el
domingo.
El presidente Sebastián Piñera
ha dicho hoy que los mineros no saldrán para el Bicentenario de Chile,
en septiembre. "Pero sí estarán con nosotros en Navidad y Año Nuevo", ha
asegurado.
"Estamos bien, con ánimo, esperando que nos rescaten"
dijo el topógrafo y jefe de turno Luis Urzúa, de 54 años, al ministro de
Minería, Laurence Golborne, en la primera comunicación telefónica con
los atrapados, que tuvieron bríos como para cantar a voz en cuello,
completo, el himno nacional, emocionando a todos en la superficie.
La
primera preocupación de Urzúa no fue por ellos mismos, que están como
enterrados en vida en una mina que se podría desplomar sobre sus
cabezas, sino por los compañeros que iban saliendo cuando ocurrió el derrumbe, hace ya 19 días . "Salieron todos ilesos, no hay ninguna fatalidad que lamentar", le informó Golborne.
Los
33 (32 chilenos y un boliviano), nombre que algunos ya registraron en
sus diferentes variantes como una marca, fueron entrevistados por un
médico desde la superficie. Todos están bien de salud y con ánimo.
Varios dijeron tener mucha hambre y uno dolor de estómago.
Mineros organizados
A
través de las "palomas", los tubos por los que se canalizan los envíos
desde la superficie hasta la galería donde permanecen los mineros, y que
tardan una hora en ir y volver, se les han bajado suero, glucosa y
complementos nutricionales. También les enviaron broncodilatadores,
medicinas para la diabetes e hipertensión, oxígeno, alcohol para la
limpieza del cuerpo y parches oculares, pues algunos se quejaron de
malestar en sus ojos por el exceso de polvo en suspensión.
Todavía
les quedaba parte de los alimentos, una ración más, cuando los
encontraron. Agua tenían en un estanque, y además guardaban la que caía a
través del cerro. Aún así, han perdido entre siete y diez kilos de peso
cada uno. El Gobierno resolvió no mostrar todas las imágenes de las que
dispone, en las que los mineros lucen más delgados, por respeto a sus
familiares y para evitar convertir el suceso en un reality show, sostiene el diario La Tercera.
Los 33 se habían organizado en turnos para vigilar ante posibles
derrumbes e intentos de rescate y hacer limpieza. Establecieron zonas
para transitar, alimentarse o hacer sus necesidades.
Además de coraje,
tuvieron ingenio: aprovecharon las baterías de las camionetas que
quedaron atrapadas para contar con carga para la luz de sus cascos y
algo de iluminación.
Organizados, los mineros intentaron huir a la
superficie después del derrumbe, a través del conducto de ventilación,
pero no pudieron porque éste carece de escaleras, contó Golborne. La
mina, clausurada en 2007 después de la muerte de un trabajador, fue
reabierta en 2008 con la condición de que se construyera una escalera
por este conducto, pero los propietarios no lo hicieron. La chimenea de
escape permaneció despejada 48 horas y después se derrumbó. "De haber
estado escalada esta chimenea, habría permitido probablemente que ellos
salieran", evitando el drama actual, criticó Golborne.
Fortaleza física y mental
La capacidad organizativa y la fortaleza física y mental de los trabajadores infunde optimismo a los equipos de rescate.
Un
nuevo apoyo les llegó con las cartas que sus familiares les enviaron
desde la superficie. "Hola papito", escribe Romina a su padre, Mario
Gómez, "quiero que sepas que me alegré demasiado que estés bien. Todos
aquí armaron una fiesta por ustedes, hasta cueca bailaron".
Los
psicólogos que apoyan a los familiares han aconsejado que las cartas no
cuenten aquello que pueda bajar el ánimo de los mineros. Otros
especialistas recomiendan además enviar juegos y lecturas a los
atrapados, para que puedan ocupar el tiempo mientras esperan el rescate,
como prisioneros en el subsuelo. Durante una etapa del salvamento, que
se hará con una perforadora que está siendo trasladada por partes hasta
la mina, los mineros deberán trabajar apoyando a los equipos en la
superficie. La perforadora abrirá un agujero de 38 centímetros de
diámetro, que después se ensanchará hasta 66 centímetros, un poco más
ancho que los hombros de una persona. El material de desecho caerá hasta
el fondo de la mina, donde los trabajadores deberán sacarlo para que el
conducto no se bloquee.
Una vez abierto este agujero, por él se
bajará una cesta. En ella cabe una persona, que deberá vendarse los
ojos. Una grúa subirá la canasta con los mineros, uno por uno. Este tipo
de salvamento puede llevar una semana.
Es un trabajo sin
precedentes a esta profundidad a nivel mundial. Si falla, existe un plan
b: utilizar una sonda petrolera, porque la alternativa de hacer un
túnel nuevo a través del cerro significa un año antes de poder traer a
los mineros de regreso.
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