16/07/10
La ley refuerza el control del Estado sobre los bancos, Wall
Street y los fondos buitres para evitar crisis como la actual. Además,
protege a los consumidores y limita los premios de los banqueros. Obama
la promulgará la semana próxima.
PorAna Baron
Washington. Corresponsal
Washington. Corresponsal
Con el voto de tres senadores republicanos moderados, el
presidente estadounidense Barack Obama logró finalmente ayer la
aprobación de la reforma financiera más profunda de los últimos 80 años.
La nueva ley pone fin a la era de las desregulaciones, privatizaciones y
el laissez-faire en Wall Street que impulsó el presidente
Ronald Reagan a principios de la década del 80.
Las nuevas medidas traerán “una mayor seguridad económica” e “impedirán el tipo de negocios oscuros que llevaron a esta crisis”, explicó ayer a la noche el mandatario. La legislación ahora pasará a la Casa Blanca, donde será firmada la próxima semana por Obama .
Después de meses de duras negociaciones, la aprobación de la reforma financiera es para el primer presidente afroamericano de EE.UU.
una gran victoria que se suma a la que ya obtuvo con la aprobación de la reforma del sistema de salud. Ambas reformas deberían ser suficiente prueba de que Obama es un presidente que cumple con sus promesas electorales y que dista mucho de ser un presidente como Jimmy Carter cuya presidencia se caracterizó por la parálisis y la falta de logros.
Sin embargo, todos los sondeos de opinión indican que la popularidad de Obama sigue en descenso mientras que aumenta la percepción de que su presidencia no durará más de cuatro años. ¿A qué se debe esta contradicción? La reforma financiera –aprobada en junio en la Cámara Baja por 237 votos contra 197 y ayer en el Senado por 60 votos contra 38– refuerza el control del Estado sobre las entidades bancarias y financieras, tal como lo venían reclamando varios países europeos.
El objetivo es terminar con la codicia y los abusos de Wall Street que provocaron la gran crisis del 2008.
Si bien el alcance de la ley aprobada ayer no es tan grande como el de la reforma instrumentada después de la Gran Depresión de los años 30, la nueva norma aumenta el control del Estado sobre el mercado de los derivados y los llamados hedge funds (fondos buitres).
Además se crearán dos organismos nuevos: el Consejo de Regulación alertará sobre los riesgos que enfrenta el sistema financiero y la Agencia de Defensa del Consumidor intentará impedir que los bancos ofrezcan a sus clientes productos financieros poco transparentes y demasiado riesgosos . El Tesoro podrá liquidar muy fácilmente las instituciones financieras en quiebra. Por último, la ley regula las bonificaciones que reciben anualmente los operadores de Wall Street.
“Queremos asegurarnos de que el desastre de 2008 nunca volverá a ocurrir”, dijo el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. “No habrá más rescates, ningún banco es demasiado grande para quebrar”, agregó.
Los republicanos votaron en masa en contra de la ley porque, según ellos, “prevé demasiadas regulaciones”, es decir demasiada “intervención del Estado en la economía.” El senador Richard Shelby de Alabama, el líder de los republicanos en el Comité de Bancos, criticó la reforma diciendo que se trata de “2.300 páginas de un monstruo legislativo que expande el alcance y el poder de las burocracias ineficientes”. Pese al feroz lobby que hizo Wall Street en contra de la reforma, al final nada ni nadie pudo pararla.
A menos de cuatro meses de las próximas elecciones legislativas, los sondeos de opinión indican que pese a sus contundentes y sucesivas victorias parlamentarias –ya en junio se sabía que la reforma financiera sería aprobada–, Obama no ha logrado consolidar la tradicional base electoral de su partido ni mantener el apoyo que tuvo inicialmente de los electores independientes.
Según Jim VandeHei y John Harris, dos veteranos de Washington y fundadores del influyente diario Político , el problema de Obama es que las promesas electorales que hizo fueron mucho más atractivas que sus políticas. En efecto, Obama se presentó a la presidencia como un político que se proponía trascender las ideologías . La idea fue aplaudida por la mayoría de los electores, pero en la práctica ha resultado un boomerang. Su política antiterrorista o la que lleva adelante con respecto a Irán tiene muchos elementos de las instrumentadas por George W. Bush, su antecesor.
ECONOMIA
Las nuevas medidas traerán “una mayor seguridad económica” e “impedirán el tipo de negocios oscuros que llevaron a esta crisis”, explicó ayer a la noche el mandatario. La legislación ahora pasará a la Casa Blanca, donde será firmada la próxima semana por Obama .
Después de meses de duras negociaciones, la aprobación de la reforma financiera es para el primer presidente afroamericano de EE.UU.
una gran victoria que se suma a la que ya obtuvo con la aprobación de la reforma del sistema de salud. Ambas reformas deberían ser suficiente prueba de que Obama es un presidente que cumple con sus promesas electorales y que dista mucho de ser un presidente como Jimmy Carter cuya presidencia se caracterizó por la parálisis y la falta de logros.
Sin embargo, todos los sondeos de opinión indican que la popularidad de Obama sigue en descenso mientras que aumenta la percepción de que su presidencia no durará más de cuatro años. ¿A qué se debe esta contradicción? La reforma financiera –aprobada en junio en la Cámara Baja por 237 votos contra 197 y ayer en el Senado por 60 votos contra 38– refuerza el control del Estado sobre las entidades bancarias y financieras, tal como lo venían reclamando varios países europeos.
El objetivo es terminar con la codicia y los abusos de Wall Street que provocaron la gran crisis del 2008.
Si bien el alcance de la ley aprobada ayer no es tan grande como el de la reforma instrumentada después de la Gran Depresión de los años 30, la nueva norma aumenta el control del Estado sobre el mercado de los derivados y los llamados hedge funds (fondos buitres).
Además se crearán dos organismos nuevos: el Consejo de Regulación alertará sobre los riesgos que enfrenta el sistema financiero y la Agencia de Defensa del Consumidor intentará impedir que los bancos ofrezcan a sus clientes productos financieros poco transparentes y demasiado riesgosos . El Tesoro podrá liquidar muy fácilmente las instituciones financieras en quiebra. Por último, la ley regula las bonificaciones que reciben anualmente los operadores de Wall Street.
“Queremos asegurarnos de que el desastre de 2008 nunca volverá a ocurrir”, dijo el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. “No habrá más rescates, ningún banco es demasiado grande para quebrar”, agregó.
Los republicanos votaron en masa en contra de la ley porque, según ellos, “prevé demasiadas regulaciones”, es decir demasiada “intervención del Estado en la economía.” El senador Richard Shelby de Alabama, el líder de los republicanos en el Comité de Bancos, criticó la reforma diciendo que se trata de “2.300 páginas de un monstruo legislativo que expande el alcance y el poder de las burocracias ineficientes”. Pese al feroz lobby que hizo Wall Street en contra de la reforma, al final nada ni nadie pudo pararla.
A menos de cuatro meses de las próximas elecciones legislativas, los sondeos de opinión indican que pese a sus contundentes y sucesivas victorias parlamentarias –ya en junio se sabía que la reforma financiera sería aprobada–, Obama no ha logrado consolidar la tradicional base electoral de su partido ni mantener el apoyo que tuvo inicialmente de los electores independientes.
Según Jim VandeHei y John Harris, dos veteranos de Washington y fundadores del influyente diario Político , el problema de Obama es que las promesas electorales que hizo fueron mucho más atractivas que sus políticas. En efecto, Obama se presentó a la presidencia como un político que se proponía trascender las ideologías . La idea fue aplaudida por la mayoría de los electores, pero en la práctica ha resultado un boomerang. Su política antiterrorista o la que lleva adelante con respecto a Irán tiene muchos elementos de las instrumentadas por George W. Bush, su antecesor.
ECONOMIA
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