Anatoli Kárpov ha sido de nuevo El Gélido Tolia cuando, con sólo nueve segundos en el reloj, tumbó a Gari Kaspárov en la tercera partida del duelo de Valencia. Enrabietado por su doble derrota del martes, Kárpov luchó al máximo pero no pudo evitar un nuevo traspié en la cuarta. El duelo termina hoy con ocho de cinco minutos por bando.
Las deducciones lógicas de lo ocurrido el martes eran que la diferencia de edad es ahora más determinante que nunca. Kaspárov, a los 46 años, es aún capaz de jugar muy bien a ritmo semirrápido (aproximadamente media hora por jugador y partida), mientras que Kárpov, a los 58, se atasca cuando el reloj aprieta. La duda era si Kaspárov ganaría el duelo con una diferencia humillante o no muy grande.
Pequeños detalles indicaban ayer, tras los primeros movimientos de la tercera partida, que algo había cambiado. Kárpov, parecía más suelto y confiado, a gusto con su posición, mientras Kaspárov gesticulaba como en los peores momentos de los viejos tiempos, sacudiendo la cabeza, cerrando los ojos con fuerza en muecas de incredulidad, mirando en diagonal a su madre y esposa (sentadas en la segunda fila de los espectadores) y con un pequeño tembleque en la pierna derecha.
Aún así, se confirmó que Kárpov tiene dos rivales: Kaspárov y el reloj. Pero el más veterano de los dos gladiadores supo complicar la posición lo suficiente para que su rival cediese los diez minutos de ventaja que había acumulado justo cuando el combate entró en su fase decisiva. La posición se volvió endiabladamente complicada cuando a Kárpov le quedaban 63 segundos, y a Kaspárov 101. Kárpov miraba fijamente a su rival, y ambos esbozaban tímidas sonrisas, como diciendo: "En menudo lío nos hemos metido". El árbitro se puso de pie para vigilar el reloj; la tensión en la sala del Palau de les Arts, abarrotada con 350 espectadores, se podía cortar a cuchillo.
Podría decirse que una idea de Bobby Fischer salvó ayer a Kárpov de perder otra vez por tiempo. Al genial estadounidense (1943-2008) se le ocurrió un día que el reloj debería añadir automáticamente unos segundos tras cada movimiento, con el fin de que un jugador con ventaja aplastante no perdiese por tiempo. En este duelo se suman cuatro segundos tras cada jugada, y eso permitió que El Gélido Tolia lograse una victoria impecable a pesar de que llegó a disponer de sólo nueve segundos. Cuando El Ogro de Bakú estrechó la mano de su oponente en señal de rendición, los espectadores, en pie, explotaron en un largo aplauso, mientras la madre de Kaspárov exhibía el rostro de amargura que la hizo famosa hace 25 años.
Ese triunfo disparó la autoestima de Kárpov, quien había necesitado demasiado tiempo para hacer jugadas muy lógicas en las tres partidas. Por el contrario, no tuvo problemas (ni de reloj ni de posición) para igualar con las piezas negras en la cuarta. Pero el gran deterioro en su rapidez de reflejos fue esta vez decisivo: sin jugar especialmente bien, Kaspárov se limitó a apretar las clavijas hasta que su eterno rival perdió por tiempo.
Durante la conferencia de prensa, Kárpov atribuyó su hecatombe del martes, así como su posterior negativa a atender a los periodistas, al disgusto tras la primera derrota: "Deje escapar buenas posiciones, y no podía quitármelo de la cabeza. Hoy creo que los dos hemos jugado muy bien en la tercera, y he perdido por tiempo la cuarta porque he invertido demasiado en buscar un camino para ganar otra vez". Kaspárov explicó así su estado de ánimo: "Me repito que ya no soy un jugador profesional, que no debo irritarme por las derrotas. Pero odio cometer errores, y hoy me ha costado un buen rato recuperarme anímicamente para jugar la cuarta. Sigo siendo así, aunque no tenga intención alguna de volver a la alta competición".
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