El panorama es desolador. Según lo han comprobado nuestros
reporteros, debido a la invasión de mineros ilegales y al uso del
mercurio que usan de modo indiscriminado para separar el oro, los
bosques se están convirtiendo en desiertos y se amenaza no solo al
ecosistema de la vecina Reserva Nacional del Manu, sino también la salud
de la población.
Como sucede también en Piura (Las Lomas, Tambo Grande, Majaz, etc.) y
otras regiones, los desechos de mercurio se vierten irresponsablemente a
los ríos y quebradas, lo que crea una cadena de contaminación de
impredecibles consecuencias. Se calcula que solo en Madre de Dios se
utilizan anualmente 50 toneladas de este elemento.
Todo esto tiene responsables directos e indirectos en varios
niveles, pues el problema se remonta a hace tres décadas, por lo que no
puede achacársele todo al Ministerio del Ambiente, de reciente creación.
Desde la década del 80, haciendo un recuento somero, hemos tenido 5
presidentes de la República, 29 jefes de Gabinete, 20 ministros de
Energía y Minas, 2 presidentes regionales y 21 alcaldes provinciales que
debieron tomar acciones más concretas y efectivas para controlar,
sancionar y detener este crimen ecológico.
No pueden alegar que no fueron advertidos, pues reiteradamente El
Comercio y otros medios denunciaron este avance depredador. En abril
pasado, hace solo siete meses, recogimos declaraciones del presidente de
la región Madre de Dios, quien llegó a decir: “Este problema ya se nos
escapó de las manos”. ¿Y qué se ha hecho? ¿Qué acciones tomaron el
Ministerio de Energía y Minas, el Instituto Geológico, Minero y
Metalúrgico y las otras instancias del Gobierno Central?
Pues casi nada. Lo mismo puede decirse de la sociedad civil, que
muchas veces se enfrasca en duras confrontaciones por la propiedad de
territorios o fuentes de agua, pero no protesta con la misma fuerza
cuando se contaminan sus ríos y se afecta su salud. Y qué decir de las ONG, que se dedican a atacar a la minería formal y
reciben fondos del extranjero para ello, pero soslayan los funestos
daños de los extractores artesanales.
Tampoco se puede perder de vista que hay otros graves problemas
medioambientales. Lo que se necesita, en general, es orden y control,
como lo hemos solicitado también para la minería formal, por ejemplo en
el escandaloso caso de Doe Run, que involucra a todo un pueblo en un
entorno social y político sumamente delicado .
En lo que se refiere a Madre de Dios, lo más urgente es prohibir la
importación libre de mercurio y controlar su uso, así como reglamentar
los procedimientos de su recaptura y reutilización, que deben ser
obligatorios. Luego, debe revisarse el sistema de derechos mineros, la
mayoría de los cuales no cuenta con estudios de impacto ambiental, así
como promover incentivos para formalizar a los mineros.
Entendemos la necesidad de agenciarse de medios para vivir o
sobrevivir. Pero no podemos aceptar que se pervierta el concepto de
solidaridad social, al extremo de aceptar como hecho consumado una
actividad tan ilegal y dañina como la minería informal, que pone en
riesgo el ecosistema y la vida de millones de personas.
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