El organismo evacua a 600 empleados extranjeros ante el temor de
más atentados - El comandante de la OTAN critica la decisión y destaca
la labor civil junto a la militar
Kabul tiene miedo. Fuera de sus límites, la incertidumbre, el peligro, los talibanes. La capital afgana, pese a disponer de aparatosas medidas de seguridad, se siente cada vez más vulnerable, y con ella, sus habitantes extranjeros. El enviado de Naciones Unidas a Afganistán, Kai Eide, anunció ayer la recolocación temporal de 600 de sus empleados, un eufemismo que esconde una palabra mayor: evacuación. Es la respuesta al ataque del 28 de octubre contra el hostal Bekhtar, en el céntrico Shar-i-Naw, donde se halla la Embajada española. De los 11 muertos, cinco eran empleados de la ONU, tres afganos y tres atacantes, que se inmolaron. Ha sido el peor ataque contra el alto organismo en el país desde la caída del régimen talibán a finales de 2001. Se teme que muchas ONG sigan el camino.
El comandante de la OTAN en Afganistán, el general alemán Egons
Ramms, criticó la decisión. "Si retira el personal, la ONU no logrará
realizar su cometido", dijo Ramms, que enfatizó que la cooperación entre
los militares y Naciones Unidas es clave para el desarrollo del país.
La
recolocación se producirá de forma inmediata, tanto que está en marcha
de forma silenciosa desde hace unos días. Los destinos serán Dubai y
países asiáticos. Se trata de una retirada temporal (se habla de cuatro
semanas) hasta que se disponga de viviendas dotadas de las medidas de
seguridad adecuadas. Eide dijo que este recorte no afectará a los
programas de ayuda de la ONU, algo difícil de creer cuando se trata de
la salida de casi la mitad de la plantilla extranjera. Naciones Unidas
tiene en Afganistán unos 1.300 funcionarios internacionales y 5.600
locales.
La decisión del alto organismo se produce días después de
la proclamación de la victoria electoral del presidente Hamid Karzai en
unas elecciones manchadas por el fraude y cuya segunda vuelta fue
suspendida ante la retirada de su rival, Abdulá Abdulá, que adujo
inseguridad democrática. Eide, habitualmente complaciente con Karzai,
aprovechó la rueda de prensa de ayer para sumarse a las peticiones de la
Casa Blanca y la UE y exigir al presidente reformas políticas.
Están
previstas elecciones parlamentarias en Afganistán a mediados de 2010.
El objetivo internacional es crear las condiciones para que éstas sean
limpias y ayuden a cambiar la clase política afgana, muy desprestigiada
ante la población. Todo el mundo sabe lo que quiere pero nadie tiene la
fórmula para aplicar la receta.
La retirada del personal de la ONU
representa un golpe para la imagen del país, considerado ya uno de los
más peligrosos del mundo. Demuestra que la situación de seguridad se ha
deteriorado tanto en los últimos meses que afecta también a la ultra
protegida Kabul. Los talibanes están en condiciones de lanzar cohetes
contra el lujoso hotel Serena, centro de la presencia internacional y de
los encuentros diplomáticos, más o menos clandestinos, e infiltrar
comandos suicidas para atacar los hostales donde vive el personal de la
ONU.
La decisión de recolocación tiene ciertas similitudes a
la salida de Irak ordenada tras el ataque en agosto de 2003 contra el
hotel Canal, sede de la misión de Naciones Unidas en Bagdad, en el que
murieron 22 personas, entre ellas el enviado especial de la ONU, Sergio
Vieira de Mello, y el capitán de navío español Manuel Martín-Oar.
Aquella retirada fue total y definitiva.
El deterioro de la
seguridad es evidente en Afganistán desde 2007, cuando los talibanes
toman la iniciativa militar en el conflicto y sus ataques se sofistican.
Hay estadísticas que lo confirman. Entre enero y julio de este año se
produjeron 898 incidentes de seguridad en comparación con los 677 del
mismo periodo de 2008, y al menos 77 de ellos afectaron a ONG. Según un
mapa filtrado en agosto, el Gobierno afgano reconoce que la insurgencia
puede golpear con libertad en casi la mitad del país. Los ataques con
explosivo se han incrementado este año en un 60%. En Kandahar y Helmand,
las dos provincias de mayor actividad talibán, han muerto 538 soldados
extranjeros en ocho años de conflicto. Más de 100.000 militares
extranjeros están desplegados en Afganistán, de los que 68.000 son
estadounidenses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario