Turquía y Brasil avalan un plan por el que Teherán acepta enriquecer
uranio en el exterior - Lula y Erdogan creen que el pacto "deja sin
sentido" nuevas sanciones
Irán se apuntó ayer un tanto diplomático al lograr que Brasil y Turquía endosaran un plan de intercambio de combustible nuclear que según ambos países "deja sin sentido nuevas sanciones". Un exultante presidente iraní expresó su deseo de que el acuerdo permita reanudar las conversaciones con los cinco miembros del Consejo de Seguridad (EE UU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) más Alemania, interrumpidas el pasado octubre tras su rechazo a una propuesta muy parecida en la forma. En la euforia del momento, nadie en Teherán pareció reparar en las numerosas dudas que el pacto suscita fuera.
"Es el momento para que los países del G-6 inicien conversaciones con
Irán basadas en la honestidad, la justicia y el respeto mutuo", declaró
Mahmud Ahmadineyad, arropado por el presidente brasileño, Luiz Inácio
Lula da Silva, y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.
La
mediación de estos contaba con el visto bueno implícito tanto de EE UU
como de Rusia, que la calificaron de "última oportunidad para evitar las
sanciones", aunque le dieron pocas posibilidades de éxito. De hecho, no
está claro que el resultado vaya a disipar las sospechas de Washington y
sus aliados de que el programa nuclear iraní esconde intenciones
militares y, en consecuencia, evitar las sanciones.
El acuerdo
firmado en Teherán prevé que Irán envíe a Turquía 1.200 kilos de su
uranio poco enriquecido (al 3,5%), a cambio de que el Organismo
Internacional de la Energía Atómica (OIEA) le facilite los 120 kilos de
uranio al 20% que necesita para su reactor de investigación médica. La
introducción de Ankara como garante de ese intercambio es la principal
novedad formal respecto a la oferta que el G-6 presentó al negociador
nuclear iraní, Said Yalilí, el pasado octubre en Ginebra. Entonces, los
iraníes mostraron su desconfianza a enviar su uranio de golpe fuera del
país y tener que esperar un año para recibir el nuevo combustible.
Ahora,
Irán da la impresión de haber superado ese recelo. Sin embargo, los
observadores consultados señalan que la situación ha cambiado. Los 1.200
kilos de uranio representaban en aquel momento dos terceras partes del
combustible poco enriquecido que Irán había producido y la cantidad
necesaria para, de continuar su enriquecimiento, lograr una bomba.
Sacarlos fuera buscaba "obtener una pausa en el programa nuclear iraní
que creara condiciones de confianza para entrar en el fondo del
problema", según explicó el entonces alto representante europeo, Javier
Solana, que actuó de interlocutor de Yalilí en nombre del G-6.
Hoy,
la planta de Natanz ya ha enriquecido hasta el 3,5% cerca de 2.400
kilos de uranio, según el OIEA.
Por tanto, la salida de la mitad de esa
cantidad no lograría el objetivo que pretendían las seis superpotencias.
Además, la capacidad de enriquecimiento de Irán también ha aumentado.
Desde febrero, ha conseguido purificar el uranio hasta el 20% y ayer
subrayó que no va a dejar de hacerlo. Entonces, ¿para qué quiere el
intercambio? "Para eliminar todas las excusas que se han puesto [al
programa nuclear iraní] y que se cierre este asunto para siempre", según
explicó el director de la Organización de la Energía Atómica de Irán,
Ali Akbar Salehí.
La realidad es que Irán aún no ha conseguido
encapsular el uranio enriquecido al 20% en las barras que necesita su
reactor experimental, que está a punto de quedarse sin combustible. Este
extremo y la inminencia de una nueva ronda de sanciones podrían haber
contribuido a su cambio de actitud tanto o más que los buenos oficios y
la capacidad de seducción de Lula.
Además, el acuerdo deja varios
cabos sueltos. Ankara no dispone de la capacidad para reenriquecer el
uranio iraní y el texto no explica quién va a encargarse de ello. En la
propuesta de octubre, Rusia iba a reenriquecer el uranio y Francia a
convertirlo en barras de combustible. Es posible que Irán espere una
cooperación similar, ya que el acuerdo establece su comunicación al OIEA
"en una semana" y que "una vez que tenga la aprobación del Grupo de
Viena, Irán trasladará combustible a Turquía en el plazo de un mes". El
Grupo de Viena se refiere a EE UU, Rusia y Francia, los países que se
reunieron en esa ciudad, sede del OIEA, para precisar la fallida oferta
de octubre.
Tampoco queda claro si el uranio enviado a suelo turco
se utilizará para obtener el nuevo combustible, como era el plan en
octubre, o si sólo servirá como garantía. Según el punto ocho de la
declaración leída por el ministro de Exteriores iraní, Manuchehr
Mottaki, "si las provisiones no se respetan, Turquía se compromete a
devolver los 1.200 kilos de uranio poco enriquecido en cuanto se lo pida
Irán". Su envío a un tercer país para el reenriquecimiento haría
imposible esta cláusula.
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