27 septiembre 2009

El nuevo gobierno nipón inicia la demolición del pasado

El recién proclamado primer ministro nipón, Yukio Hatoyama, arrasó en las elecciones del pasado mes gracias a una promesa fundamental: cambiar drásticamente el rumbo del país para resucitar su maltrecha economía. Una receta que, en medio del declive que vive Japón en casi todos los ámbitos, caló a sangre y fuego entre el electorado japonés.
No es sólo que la todavía segunda economía del mundo esté atravesando por la peor coyuntura desde la Segunda Guerra Mundial; es que, casi dos décadas después de que estallaran las burbujas bursátil e inmobiliaria, siguen sin disiparse del todo los nubarrones en el horizonte económico nipón.
Así que no fue ninguna sorpresa que, la semana pasada, el nuevo Gabinete que nombró Hatoyama tuviera -al menos sobre el papel- el perfil esperado para acometer los cambios previstos. De hecho, la primera medida en clave económica del nuevo Ejecutivo no pudo ser más incisiva en cuanto a declaración de intenciones: más de un tercio del plan de estímulo de 165.000 millones de dólares lanzado por el anterior Gobierno de Taro Aso que no ha sido implementado aún, ha sido congelado.

Adiós al "despilfarro en el gasto"

Por tanto, el nuevo Gabinete da un paso al frente en su propósito de eliminar el "despilfarro en el gasto" para, con ello, reasignar dichas partidas que financien las necesidades más acuciantes de los ciudadanos. En ese sentido, Hirohisa Fujii, veterano ministro de Finanzas, y Naoto Kan, mano derecha del primer ministro y encargado de dirigir la Oficina de Estrategia del Estado, han empezado ya la demolición de las políticas y proyectos del anterior Ejecutivo que, según ellos, suponen obras públicas clientelistas, subvenciones de dudosa eficacia o gasto innecesario.
La construcción de dos presas que iban a requerir una inversión de 6.000 millones de euros, han sido ya abandonadas. Otros proyectos similares de infraestructuras seguirán el mismo camino. Por su parte, un polémico programa de seguros médicos para mayores de 75 años, será fulminantemente cancelado, según el titular de Sanidad. Los analistas estiman también que es muy probable una revisión o, incluso, el abandono de la reforma y privatización del gigante Japan Post, el Correos nipón, que fue uno de los logros más visibles del carismático ex primer ministro, Junichiro Koizumi.
Esa misma estrategia también sirve, de acuerdo con la campaña electoral de la formación gubernamental, al propósito de debilitar a toda costa la influencia de la todopoderosa burocracia en la política japonesa. En este sentido, el viceprimer ministro, Naoto Kan, tendrá la más que difícil misión de mantenerla a raya, ya que en el país asiático ejerce como un auténtico poder fáctico que en el pasado ha condicionado -cuando no paralizado abiertamente- la ejecución de las políticas gubernamentales.

Preocupación por el 'anticapitalismo'

Todas estas maniobras persiguen un claro e indudable objetivo: poner en los bolsillos de los ciudadanos más ayudas y recursos. El titular de Finanzas, por ejemplo, ha reafirmado la intención de su formación de eliminar un impuesto provisional sobre las gasolinas que data de 1974 y cuya recaudación se destina a construcción y mejora de carreteras. La eliminación del impuesto supondría una reducción de casi 20 céntimos de euros por cada litro de gasolina consumido y un gran alivio para los consumidores, que dejarían de pagar unos 18.000 millones de euros.
En la misma línea, el nuevo Gobierno pretende llevar a la Dieta, el próximo mes, una ley que permita a las pequeñas y medianas empresas acogerse a una moratoria de tres años para pagar sus créditos. Quien capitanea esta iniciativa es Shizuka Kamei, titular de la cartera de Servicios Financieros y Postales, un izquierdista histórico y detractor confeso del "capitalismo desbocado liderado por Estados Unidos" que, sin embargo, será responsable de regular a los bancos. Su perfil es, desde luego, el más izquierdista dentro del equipo económico del Gobierno Hatoyama.
Aunque el nuevo Ejecutivo ha insistido en su promesa de financiar las ayudas a través de una mejor gestión del gasto, los analistas no ocultan su preocupación por la decisión de no incrementar el tipo del IVA (actualmente en el 5%) en los próximos cuatro años , lo que podría llevar a una escalada inevitable de la deuda pública, que en Japón supera ya el 175 % del PIB. El compromiso del Gobierno, con todo, es mantener la emisión de bonos en el año fiscal que acaba en marzo de 2011 por debajo del récord de este año: 474.000 millones de dólares.

Un juego político

Por otro lado, otro de los compromisos tiene un marcado acento ecológico: la reducción de un 25% de las emisiones de CO2 en 2020, un 17% más que el objetivo del anterior Ejecutivo. Aunque promoverá el uso de energías limpias y el uso de vehículos y electrodomésticos eficientes, también es consciente de la inquietud que despierta una política tan ambiciosa en el entorno empresarial nipón. Por ello, ha anunciado que vinculará sus esfuerzos a los que otros grandes países contaminantes, como China y EEUU, puedan realizar.
Con todo, además del reto de sacar a Japón de la crisis, Hatoyama se enfrenta también a potenciales chispazos dentro de las propias filas del Ejecutivo. Aunque el Partido Democrático de Japón (PDJ) alcanzó con su victoria en las urnas una cómoda mayoría absoluta en la Cámara Baja, no tiene el control en la Cámara Alta, lo que pone en peligro su estrategia legislativa ante el bloqueo que podría efectuar la oposición. Ello ha obligado al primer ministro a dar entrada en su Gobierno a dos partidos minoritarios que, situándose en la izquierda ideológica del PDJ, garantiza con sus 12 escaños la estabilidad parlamentaria que necesitan.
Aunque todos coinciden en que Japón debe reenfocar su política exterior en dirección a Asia y, en concreto, a China, son visibles las fricciones con respecto a la relación futura entre Tokio y Washington. Mientras el PDJ ha suavizado, por razones de pragmatismo diplomático, su inicial postura de alejamiento de EEUU, sus socios de Gobierno exigen la retirada de las bases estadounidenses (donde hay 50.000 soldados) y el fin de la presencia de las tropas niponas en misión de paz en el extranjero.

 

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