Ubicado en Jaén, Cajamarca,
se trata del primer hallazgo de este tipo en la selva alta del país.
Los contros ceremoniales fueron construidos por ancestros de la cultura
Bracamoros
Por: Wilfredo Sandoval
A lo largo de cuatro décadas, el museo Hermógenes Mejía Solf,
ubicado en Jaén (provincia de Cajamarca), albergó más de 3 mil restos de
fósiles, ceramios y objetos líticos, todos ellos de una misteriosa
belleza, pertenecientes a culturas asentadas siglos atrás en la
Amazonía. Los pobladores de esta localidad nororiental vivieron siempre
asombrados por la gran diversidad de vestigios hallados, aunque nunca
supieron de donde provenían.
El único que sabía despejar las dudas de los curiosos fue Ulises
Gamonal Guevara, un conocido bibliotecario que, desde 1971, empezó la
difícil tarea de organizar los restos, muchos de los cuales habían sido
encontrados primero por huaqueros y luego vendidos a coleccionistas,
quienes, como buenos amantes de la cultura, los donaron al museo para su
exhibición.
Gamonal sabía que detrás de los objetos, que parecían no formar
parte de un mismo contexto, estaba escrita una página de la historia que
los pobladores de región del país han empezado a leer detenidamente
gracias a la intervención del arqueólogo Quirino Olivera. Desde mayo de
este año, Olivera lleva a cabo un proceso de investigación que ha
revelado información de vital importancia para la ciencia.
A menos de diez minutos del centro de Jaén, un grupo de
investigadores apoyados por pobladores desenterraron dos templos que,
según los primeros indicios, tendrían una antigüedad de más de 4 mil
años y habrían sido ocupados por los ancestros de la cultura Bracamoros
(esta cultura ocupó parte de la actual provincia de Zamora Chinchipe, en
Ecuador, y de las regiones Cajamarca y Amazonas, en el lado peruano).
En ambos recintos se encontraron 14 contextos funerarios, incluyendo
osamentas de neonatos y adolescentes, que fueron colocados como
ofrendas en diferentes momentos a lo largo de los 800 años que duró la
ocupación de estas edificaciones.
CIVILIZACIÓN ANTIGUA
Los sectores donde se llevaron a cabo los hallazgos son conocidos como Montegrande y San Isidro. Durante varias décadas, la gente que habita los alrededores estuvo a punto de invadir este lugar con fines agrícolas. Peor aun, este espacio llegó a ser utilizado como botadero público.
Cuando los arqueólogos empezaron su trabajo, hallaron primero
grandes muros semicirculares construidos con una mezcla de argamasa de
barro y piedras de hasta 200 kilos de peso.
El equipo quedó sorprendido por la técnica utilizada por los
antiguos pobladores de esta localidad, quienes adornaban los muros
aplicando tierra de colores, y porque fueron descubiertas ocho fases de
construcción con alineamientos perfectos.
Según explicó Quirino Olivera, la construcción de los templos de
Monteblanco y San Isidro data aproximadamente del año 2.000 antes de
Cristo.
Olivera explicó que se trata de templos únicos en su género y los
primeros hallados en un área que, por su ubicación geográfica, es una
zona de contacto entre la selva y los Andes.
“Estaríamos frente a una de las primeras civilizaciones del Perú. Si
seguimos excavando podríamos dar con vestigios anteriores a Chavín,
Caral y Ventarrón, pues ni en los Andes ni en la costa no se han
encontrado templos tan antiguos y con estas características”, concluyó.
SEPA MÁS
En los templos recientemente descubiertos se hallaron caracoles y conchas spondylus, lo que revela que hubo relación entre los pobladores del nororiente del Perú y de la costa ecuatoriana.
Las excavaciones se llevan a cabo dentro de un programa de
integración Perú-Ecuador, que abarca las cuencas de los ríos Mayo,
Chinchipe, Marañón, Utcubamba y Puyango-Tumbes.
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