La periodista
peruano-estadounidense Vicky Peláez permanecerá recluida en el centro de
detención de Brooklyn, Nueva York, en el que fue ingresada la semana
pasada tras ser acusada de pertenecer a una red de espías rusos,
mientras el tribunal analiza una apelación contra la decisión de
concederle libertad bajo fianza.
Peláez fue la única que recibió el beneficio dentro del grupo de diez acusados de lavado de dinero y de actuar como agente de una gobierno extranjero apresados la semana pasada, en lo que se ha conocido como “el caso de los espías rusos”.
Hasta la tarde del martes BBC Mundo no había podido contactar a la familia o a los abogados de Peláez para conocer su reacción, aunque desde la mañana estaban esperando la liberación de la periodista, pese a que sabían que dependería de la apelación de la parte acusadora.
Según medios locales, el hijo mayor de Peláez, Waldo Mariscal, habría asegurado que tenían los US$ 10.000 de pago inicial y tres garantes dispuestos a avalar a su madre.
Peligro de fuga
Al argumentar el jueves la decisión de concederle fianza a Peláez el magistrado Ellis había dicho que no veía peligro de fuga ya que la peruana usaba su verdadera identidad y no tenía entrenamiento como agente secreto, aunque también aseguró que no la consideraba inocente de los cargos.
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Para la fiscalía la “confesión” del esposo de Peláez, alias Juan Lázaro, agrava el caso en su contra.
Según un escrito presentado al tribunal por la acusación, Lázaro reconocio ser un agente ruso, proclamó lealtad a ese país, al tiempo que dijo que su nombre no era Lázaro ni su nacionalidad uruguaya, como estaba registrado.
Además Lázaro habría implicado a su esposa diciéndole a los interrogadores que Peláez le habría ayudado a mandar comunicaciones y dinero en efectivo a otros contactos.
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El juez Ellis ha convocado para el miércoles una nueva audiencia en su sala del Distrito Sur de Manhattan en la que estudiará las objeciones de la fiscalía.
Si se rechazara la apelación, Peláez podría ser enviada bajo arresto domiciliario a su casa de Yonkers, suburbio al norte de la ciudad de Nueva York, con un brazalete electrónico para que la policía monitore sus movimientos mientras se realiza su juicio.
VICKY PELÁEZ
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