09 diciembre 2009

CADE: el reto de crecer con educación e inclusión

La edición 47 de la Conferencia Anual de Ejecutivos, CADE 2009, ha evidenciado la enorme confianza del empresariado peruano en la reactivación y el manejo económico del país, lo que es muy positivo. Sobre todo si consideramos el actual contexto internacional marcado por la crisis financiera de Wall Street, en el que el Perú ha tenido un desempeño destacable.

Pero, haciendo honor a su lema “Nuestro futuro, nuestra oportunidad”, los ponentes en la cita han remarcado también que un crecimiento económico sostenido solo será posible con una mayor inversión en educación y un compromiso firme de luchar contra la pobreza y promover la inclusión social.

Son aspectos fundamentales del modelo de economía social de mercado que no deben disociarse sino funcionar de modo complementario. 

En cuanto a lo primero, una encuesta in situ de Ipsos Apoyo revela que el 96% de encuestados considera que el país está progresando, lo que es un espaldarazo al gobierno y al ministro de Economía, pero también una apuesta del empresariado por inversiones futuras.

El titular del MEF, Luis Carranza, también presente en Arequipa, enfatizó la necesidad de continuar las políticas de apertura comercial en un mercado de libre competencia, así como de evitar regresionismos populistas y estatistas.

Las esperadas exposiciones de los patriarcas del empresariado peruano, Alberto Benavides de la Quintana, Dionisio Romero y Mario Brescia, trazaron la historia de la economía peruana en el último medio siglo, con sus altas y bajas. Basados en su experiencia invocaron a no repetir los errores del pasado y a seguir invirtiendo en el país.

Respecto del otro tema, ponentes como Enrique Iglesias, ex presidente del BID, y Jorge Yzusqui, cabeza de la entidad organizadora, IPAE, enfatizaron que el desarrollo va de la mano con mejorar la competitividad y reformar el Estado, pero también con modernizar la educación y apoyar los esfuerzos de innovación e investigación científica y tecnológica.

La interacción de todos estos factores tiene razones prácticas, pero también de principio. Un país con industrias boyantes requiere, efectivamente, mejores profesionales y técnicos, con los que no contamos hoy en número adecuado, para insertarse en el engranaje de competitividad y productividad.

Sin embargo, eso no es todo. El desarrollo no puede medirse simplemente en PBI, sino que exige mejorar la calidad de vida de las mayorías integradas a ese círculo vicioso. Tienen derecho a disfrutar de los beneficios del crecimiento, a través de una educación de calidad, que es el principal instrumento de movilidad social, así como mediante políticas redistributivas e inclusivas a ser implementadas por el Estado y asumidas como compromisos ineludibles por el empresariado.

El optimismo de esta cita arequipeña tiene ahora que aterrizar y materializarse tanto en proyectos concretos de inversión por parte del empresariado, como en voluntad política del gobierno para mantener la estabilidad política y la paz social, así como dar reglas de juego claras para la inversión. Por supuesto, junto con ello, debe dar la debida prioridad a la educación (aumentando el presupuesto al 6%), la inclusión y la lucha contra la pobreza. Veremos resultados en la próxima CADE.

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