01 noviembre 2010

Archivos históricos del Perú corren peligro de desaparecer por falta de recursos

El testamento de Julio C. Tello y la resolución del siglo XIX firmada por Simón Bolívar deben ser digitalizados cuanto antes
Domingo 31 de octubre de 2010 - 09:56 am
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Por Nelly Luna Camacho
Los pasillos del sótano del Palacio de Justicia, donde se guarda una parte de los documentos del Archivo General de la Nación (AGN), parecen un laberinto borgiano. Un laberinto formado por decenas de estantes repletos de documentos y folios, con olor a guardado, que conservan la memoria escrita de esta olvidadiza nación. Papeles de los siglos XIX y XX, amarillentos, restaurados o encuadernados, sobresalen en los anaqueles de metal distribuidos en filas que forman interminables y estrechos pasadizos, donde la luz apenas llega. El aire es denso; en este local que corresponde al archivo republicano provoca estornudar (prohibido para asmáticos, debería decir algún cartel).

La memoria del Perú tendrá la forma de un laberinto, pero la distancia de una maratón: si colocáramos todos los documentos del AGN, uno detrás de otro, sus páginas recorrerían 30 kilómetros, una longitud similar a la que separa al centro de Lima de Lurín.

En los sótanos de Palacio de Justicia (760 metros cuadrados), se encuentran solo los documentos que van desde 1821 hasta 1950: testamentos, expedientes judiciales, normas legales, movimientos migratorios y partidas de nacimiento, incluso la del primer peruano inscrito en los Registros Civiles, en 1875. En la era en que se idolatra al documento digital, estos pasillos del Archivo General de la Nación son el símbolo de la resistencia del papel.

EL LIBRO BECERRO
 
La firma de Francisco Pizarro parece, en realidad, un simple dibujo: dos eles gigantes garabateadas al apuro. Era un escribano quien luego redactaba el nombre porque –ya se sabe– Pizarro no sabía escribir. En la sala colonial del AGN, el otro local ubicado en el antiguo local del Correo de Lima, se guarda lo que es considerado el primer documento escrito en estas tierras y rubricado por el conquistador: una suerte de bitácora comercial a la que llaman el Libro Becerro. Data del 24 de julio de 1533 y sus hojas fueron hechas a base de algodón e importadas desde España. Solo este primer libro pesa casi 10 kilos.

Este folio conglomera varios documentos de compra y venta y describe el alto precio que tenían diversos bienes, como los caballos. A diferencia del archivo republicano ubicado en el sótano del Palacio de Justicia, aquí la ventilación es menos densa y hay más iluminación. Pero leer estos documentos requiere de ojos expertos: las letras encadenadas e irregulares de la época se vuelven ilegibles hoy. Incluso, Ana Cecilia Carrillo, directora del Archivo Histórico de la AGN, esfuerza la vista y lee colocando su dedo índice sobre cada renglón.

Este archivo custodia las cartas con las rúbricas más importantes de esta etapa y de inicios de la república: Garcilaso de la Vega, San Martín de Porres, Túpac Amaru II, Micaela Bastidas, José de San Martín, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Ramón Castilla.

Y, desde el año pasado, cobija también una serie de manuscritos devueltos por Chile. Figura una resolución del siglo XIX firmada por Simón Bolívar, donde nombra a Antonio José de Sucre como general de Ejército; y un libro de rara belleza: un tratado de esgrima con dibujos hechos a mano. Ambos textos presentan un sello rojo donde se lee “Chile”.

EL PRIMER REGISTRO
 
El primer peruano inscrito en los registros públicos fue hijo de un panadero. Lo sabemos gracias a los Registros Civiles de inicios de la República. Sabemos que Juan Igreda –24 años, repartidor de panes y natural de Canta– registró la partida de nacimiento de su hijo varón, Juan Igreda, nacido en Lima el 27 de diciembre de 1874, el 1de enero del año siguiente. Es el primero del primer libro de registro civil. Hasta entonces, la identificación se limitaba a la partida de bautismo.

El AGN fue, durante muchos años, un organismo público descentralizado adscrito al Ministerio de Justicia, pero con la creación del Ministerio de Cultura, pasó a depender de este. Nunca tuvo un local propio y ahora comparte espacios con el antiguo Correo y con el Poder Judicial. “No hay conciencia de que el archivo es parte del patrimonio y de nuestra identidad. El presupuesto es de apenas 4 millones de soles, cuya gran parte es para el pago de personal. Con lo que queda es imposible invertir”, dice el jefe de la institución, Joseph Dager.

Los documentos históricos nos permiten reconstruir las pasiones de nuestros pensadores. En los sótanos del Palacio de Justicia, se halla también el testamento de Julio C. Tello. En el texto escrito por su notario se lee: “Casado, de 67 años, inteligente en el idioma castellano, a quien juzgué en pleno uso de sus facultades, respondió al preguntarle: ‘Yo no aporté capitales a la sociedad conyugal, salvo mis libros, en tanto que mi esposa aportó 500 libras esterlinas”’. Los libros fueron la gran fortuna del sabio.

SIN FONDOS PARA LA DIGITALIZACIÓN
 
No todos los documentos históricos más importantes del país se encuentran en el AGN. El Acta de la Proclamación de la Independencia se encuentra en el archivo de la Municipalidad de Lima. Lo mismo sucede con otros documentos relevantes pero dispersos en archivos ministeriales, regionales y municipales que disponen de menos recursos para su conservación. Precisamente, una de las debilidades del sistema nacional de archivos es la falta de un inventario nacional que maneje los mismo códigos que el AGN.

Sin inventario nacional y con exiguos presupuestos, el material histórico es vulnerable al tráfico o a su desaparición, digamos que forzada. Solo en la última década, Aída Mendoza, coordinadora de la carrera de Archivística y Gestión Documentaria de la Universidad Católica Sedes Sapientiae, ha registrado 72 casos de pérdidas de documentos en instituciones públicas a consecuencia de robos, incendios o vandalismo.

Según la experta, en archivos del extranjero se están desarrollando sistemas híbridos: se guarda el documento en papel y lo que se presta al público es la versión electrónica. ¿Cuán lejano esta el día en que el Perú digitalizará sus documentos más preciados? “Estamos un poco lejos. La digitalización es la mejor forma de conservar, pero requiere de mucho presupuesto”, responde Dager. En el AGN, con el apoyo de la cooperación internacional se ha digitalizado apenas el 10% de los Registros Civiles. Pero Joseph Dager es optimista. Cree que ahora el Gobierno Central y los locales mirarán más de cerca los archivos del país y que les otorgarán mayores ingresos. Es probable que, así, los archivos y sus laberintos tengan asegurada una salida.

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