Décadas de mal manejo económico rematadas en una
administración que causó un colapso, que hoy es caso de estudio, nos
llevaron al borde del abismo
Por: Luis Davelouis Lengua
7 de agosto de 1990. En un par de horas mi hermano Marcel debutaría
con su banda en el desaparecido bar El Tarot de Comandante Espinar. Mis
amigos y yo hacíamos hora en el auto mientras mirábamos pasar a las
chicas con la radio a todo volumen. De pronto, la música cesó y una
inquieta voz se apoderó del aire. Era Juan Carlos Hurtado Miller, primer
ministro y ministro de Economía del entonces presidente Alberto Fujimori, anunciando lo que hoy conocemos como el “fujishock”.
A los 17 años uno tiene conciencia de lo que cuestan las cosas, pero
por lo general no las paga. Sin embargo, las cifras que enumeraba el
nervioso hombre eran de locos: el galón de gasolina de 84 octanos
(estábamos en auto) subiría de I/.21.000 a I/.675.000 (30 veces más)
desde esa medianoche. Luego, las palabras sepulcrales: “Que Dios nos
ayude”.
Llegué al bar y se lo conté a mis padres. No me creyeron. “Debes
haber escuchado mal”, me tranquilizó mi padre y la noche transcurrió sin
mayores sobresaltos.
CUATRO MUERTOS
La ciudad se levantó gris y vacía. En la radio reportaban algunos disturbios e intentos de saqueo que fueron desalentados en su mayoría por patrullas militares y la declaratoria de emergencia en 11 ciudades. En total, cuatro personas murieron esa mañana.
Mi madre, como casi todas las personas, no sabía qué hacer: la
mayoría de los negocios estaban cerrados porque no se sabía cuánto
cobrar, el transporte público elevó sus precios de manera exorbitante
debido al alza de la gasolina y muchas personas debieron caminar o
compartir tolvas para llegar a trabajar.
El primer gobierno de Alan García había subsidiado absolutamente
todos los precios en tal magnitud que cuando Fujimori los cortó de golpe
los precios se dispararon a la estratósfera: una lata de leche pasó de
costar I/.120.000 a I/.330.000 (175% más); un kilo de papa de I/.65.000 a
I/.250.000 (284%) y así por el estilo.
El pan francés, el alimento abanderado de las economías menos
favorecidas de los tiempos modernos (pan y agua), pasó de costar
I/.9.000 a I/.25.000 de un día para otro. Sin embargo, las alzas fueron
aun más bruscas en los servicios (el agua, el teléfono y el suministro
eléctrico subieron entre 20 y 30 veces). Era terrible pues todo subía,
menos los sueldos. “Precios japoneses y salarios africanos”, fue la
frase tras una época en el que la inflación llegó a 50% al mes y los
precios se incrementaron en 21.000%. Para 1993, la inflación anual había
caído a 33%. De locos.
¿QUÉ FUE LO QUE PASÓ?
La bibliografía al respecto es extensa y el peruano se ha convertido en un caso de estudio de lo que se hizo mal, lo que no debió hacerse y la salida dramática a la que nos vimos obligados.
“Esto demuestra que solo reaccionamos cuando estamos al borde del
precipicio”, afirma el economista Roberto Abusada, ex viceministro de
Economía.
“Todo estaba subsidiado, la autonomía del Banco Central de Reserva
no existía y a cualquier llamada de Palacio de Gobierno o del Ministerio
de Economía este procedía a realizar emisiones inorgánicas de moneda
que se trasladaban a los precios prácticamente de inmediato [...] los
subsidios y el déficit fiscal fueron financiados con este mecanismo y
gastando las reservas internacionales [...], había un desbarajuste
brutal en las políticas fiscal y monetaria, la recaudación cayó a 4% del
PBI [hoy está alrededor de 14,5% y nos parece baja] y había varios
tipos de cambio (MUC)”, explica Pablo Secada.
Por eso, para cuando fue la hora de pagar, no había con qué.
Incluso, el índice de productividad llegó a retroceder 4%. Es decir que
si la economía hubiera crecido 2% o 3% , tenía ese 4% en contra que
hacía el crecimiento negativo en la práctica.
“No hubo otra manera que la del shock, porque no había con qué
financiar cualquier otra alternativa como la que planteaban los “Siete
Samuráis” [como se apodaba al equipo de asesores de Fujimori cuando
todavía renegaba de aplicar una medida tan drástica y radical]”, agrega
Secada.
Veinte años después, el crecimiento económico ha sido 5,5% en
promedio al año, la inflación es de un dígito y no remamos contra
nosotros mismos. ¿Dios nos ayudó o el escarmiento sirvió? Después de
todo, ese galón de I/.675.000 hoy solo costaría S/.0,675.
MÁS DATOS
El plan original del ex presidente y actual reo Alberto Fujimori no contemplaba una medida tan drástica bajo ningún escenario. Solo cuando quiso acercarse en busca de apoyo al Gobierno Japonés y este se la condicionó a la reinserción y aceptación por parte del Perú de las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue que se produjo el durísimo ajuste.
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