10 enero 2010

Ayacucho: otra vez lamentar en lugar de prevenir

Si bien los fenómenos de la naturaleza no se pueden predecir, sí se pueden prevenir sus efectos tomando medidas anticipadas para reducir los daños que emergencias como la producida en Ayacucho, que ha sumido a esa castigada región en la desolación en vísperas de Navidad.

La situación climática sigue siendo incierta y lo que se vislumbran son más desgracias porque, como señala Senamhi, las lluvias continuarán y afectarían también Junín, Pasco y Huánuco, departamentos que tampoco están preparados para soportar los deslizamientos y aluviones que ya se anuncian. No olvidemos que Cusco y Áncash aparecen como las ciudades con mayor riesgo, que destacan en el mapa de las 133 localidades reconocidas como zonas peligrosas. Y que las lluvias en esta época del año han comenzado a causar alarma en Lambayeque, Piura, San Martín y Puno.

Ante esto, no podemos dejar de insistir en la falta de planificación de las autoridades nacionales, regionales y locales, incapaces de prevenir este tipo de desgracias, a pesar de todas las tragedias vividas en el Perú, y por ello mismo carentes de todo sentimiento de humanidad hacia comunidades que finalmente no representan ni protegen en lo más mínimo.

Sin duda, después del estallido de la crisis se exige una reacción rápida y en cadena a favor de Ayacucho. El departamento ha sido declarado en emergencia, pero recordemos que lo mismo sucedió con Ica y demás zonas afectadas por el terremoto del 2007 que hoy siguen en crisis, ¡dos años después!

Por eso, corresponde pasar de las palabras bonitas y las visitas guiadas de los ministros de Estado y otras autoridades a los hechos, a la acción de socorro de las víctimas, para evitar que haya más fallecidos y heridos que lamentar. Esperemos que se administren bien los montos que se desembolsarán para reforzar el cauce natural de las aguas del cerro La Picota, por donde descendieron las piedras y el lodo que inundaron Ayacucho.

Tareas inmediatas son la restitución de los servicios de agua potable y alcantarillado en la ciudad, pero sobre todo la puesta en marcha de un sistema de drenaje de lluvias que, de manera increíble, nunca fue reforzado.

Otro tema pendiente y antiguo radica en la dejadez que existe en materia de reubicación de poblados localizados en zonas de aluviones o deslizamientos. Se trata de un problema que denota irresponsabilidad ciudadana, pero también falta de orientación de la autoridad. Se repite a lo largo y ancho de todo el país pero que los presidentes regionales y alcaldes parecen minimizar siempre, como si la geografía nacional no ofreciera suficientes riesgos.

El día en que los gobiernos regional y municipal pongan orden en la ocupación de zonas peligrosas o cuando decidan atacar la deforestación en lechos y cauces de los ríos, habremos reducido los efectos de los fenómenos ambientales.

En cuanto a Ayacucho, hay que reconocer como país que después del sangriento terrorismo que arrebató la vida y la tranquilidad a muchas familias, un conglomerado importante de personas que precisamente huyó de la violencia sigue excluido, viviendo en cerros porque no ha podido sanear una vivienda donde tener una existencia aceptable.

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