El grado de inversión otorgado por Moody’s al Perú.
El grado de inversión otorgado por Moody’s al Perú llegó como regalo
de final de un año que empezó con nerviosismo por la incertidumbre
derivada de la crisis internacional, y que terminó con seguridad por la
constatación de la solidez de la economía peruana frente al embate de un
fenómeno del que no solo salimos bien parados sino mucho mejor que la
mayoría de países de la región.
Es precisamente por esa capacidad de absorción de la embestida
externa que Moody’s le otorgó al Perú este grado de inversión que, junto
con evaluaciones similares concedidas antes por Standard & Poor’s y
Fitch, coloca a la economía peruana como una de las más atractivas de
América Latina.
Las tres principales calificadoras coinciden ahora en que es muy baja
la posibilidad de que el Perú incumpla sus obligaciones financieras.
Esto implica el abaratamiento de los créditos que tome el gobierno y las
empresas que operan en el país, lo cual favorece la inversión, un
factor que es indispensable para el crecimiento del país y el progreso
de sus ciudadanos.
Al mismo tiempo, esta calificación tiene el efecto menos visible,
pero sin duda trascendente, de amarrar al gobierno –al actual y a los
que vengan– a tener que manejarse con cuidado para no perder lo avanzado
pues, así como se consigue el grado de inversión, también se lo puede
perder si se mete la pata. México, por ejemplo, perdió posiciones en la
última revisión.
Todo esto es, sin duda, una muy buena noticia y un premio no solo
para los gobiernos de las últimas dos décadas –pocas veces el Perú ha
sido tan consistente en la aplicación de la misma política económica
durante tanto tiempo– sino para la población que mal que bien la ha
aceptado, sufrido y gozado.
Pero siendo todo esto una señal de que el Perú va por buen camino, no
puede ser, en modo alguno, motivo para la autocomplacencia, sino para
redoblar el esfuerzo pendiente con el fin de avanzar hacia el objetivo
más relevante del país, el cual no es otro que la mejora de la calidad
de vida del ciudadano.
La reducción de la pobreza de los últimos años es muy importante,
pero no deja de ser escandaloso que más de un tercio de la población
peruana siga viviendo en ese estado.
Este problema constituye el principal desafío nacional. Su corrección
no solo requiere seguir creciendo y mejorando la calificación de
riesgo, sino la reforma de las instituciones básicas vinculadas a la
oferta de servicios públicos esenciales –educación, salud, seguridad y
justicia–, el incremento y mejora de la infraestructura, la superación
de las debilidades de la gestión pública, y la elevación notoria de la
competitividad peruana.
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